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martes, 29 de enero de 2013

CUADERNO DE BITÁCORA

Uno de los primeros desnudos que escribí. Al final parece que acabaré sacando todo el libro aquí. No os preocupéis, fue una aventura muy larga y seguro que cuando lo edite en papel estaréis ansiosos de comprarlo. Con lo que he aprendido estos últimos años sobre edición tengo grandes planes para este libro. De todos modos, lo que uno quiere es que lo lean, así que aquí está:

CUADERNO DE BITÁCORA

El plano albergó miedos olvidados
que destacan el relieve
con el peso de los días.
Los soles distintos que te vieron
adornaron con su huella
latitud y longitud.
Diario de rutas añoradas
con la brújula que indica
cada próximo destino.

Así,
Ítaca es tan solo una palabra,
casa un concepto relativo,
lejos un modo de entenderse.

Así,
nunca sueña Ulises su regreso,
piensa sólo mares escondidos,
sitios que le dejen nuevas marcas.

La piel es un cuaderno de bitácora
que registra los lugares
en el tiempo y el espacio,
la silueta puntos cardinales
que definen la belleza
del camino resultante.
A veces un cuerpo cuenta viajes,
dice formas de ubicarse
en el mapa de las cosas. 

lunes, 28 de enero de 2013

PRIMERA PÁGINA DE MI NOVELA


Aquí dejo una copia de la primera página de mi novela, en un descarado ejercicio de autopromoción. Se titula Alba el día que el viento se llevó los jardines y está publicada en la editorial Ediciones Intermitentes. Poneos en contacto conmigo por este blog o a través del Facebook de la editorial los que queráis ejemplares.



Domingo por la tarde.


            Siempre hay unos buenos tiempos por los que brindar. Son esos que cuando se evocan dejan un poso de nostalgia. Así, siempre hay un momento para rememorar aquellos días que uno recuerda más felices de lo que realmente fueron. Para Sergio ésta era la época de Dämmerung, de Alba, Elías Lajuste y los conciertos. Se tiende a considerar esos períodos como plenamente felices porque se omiten del recuerdo días como los domingos por la tarde.
            Si las historias tienen realmente un comienzo, dentro de la amalgama de acontecimientos que constituyen una vida, el de ésta podría ser aquel domingo en el que Sergio se despertó una vez más pensando en trenes que lo llevasen muy lejos. Observó a través de la ventana cómo el cielo había sido tomado al asalto por una capa de nubes espesas y blancogrisáceas. Las aguas de la ría parecían nerviosas y el aire adolecía de falta de luz. “El día favorito para los suicidas”, pensó Sergio antes de volver a la cama. Levantarse un domingo conlleva varias etapas: la más importante es la de motivación. El peso de los días y las noches se hace especialmente tangible cuando uno abre los ojos con la perspectiva de un día que podría haber nacido muerto.
            Permaneció todavía un rato en la cama, haciendo acopio de fuerzas, hasta que al fin se levantó. No sabía muy bien qué hacer: si acostarse de nuevo, encender la televisión o saltar por la ventana; son las cosas de la improvisación. En primer lugar un desayuno fuerte, de los que se necesitan a las tres de la tarde. Quedaba algo de arroz de la cena del día anterior, así que todo consistía en freír un par de huevos para tomarlos con ketchup y pan algo reseso. Comió delante del televisor para no tener que pensar, como casi siempre desde que vivía en aquel piso que le había prestado su tía. Es propio de la vida en solitario, como encender todas las luces cuando se llega a casa para paliar la sensación de vacío o el acabar, a veces, hablando solo. “Tendría que dibujar un álbum que se titulase Domingos por la tarde”, pensó.
            El zapping posterior a la comida resultó infructuoso, así que escogió el programa menos dañino de todos mientras reunía las fuerzas necesarias para ducharse y salir a la calle. Tras conseguirlo, lo tenue del día fue como un golpe de realidad para Sergio. Había pocos coches y las aceras estaban pobladas por las tres especies dominicales más comunes: adolescentes, parejas y ancianos; alguna que otra excursión invadía la ciudad con andares de rebaño. El frío se le introdujo en el cuerpo a través de la ropa, se apretó la cazadora y dedujo que no era día para terracitas. Notaba en sus piernas el cansancio de la noche anterior, así que juzgó conveniente buscar enseguida un café donde sentarse a dibujar. El más cercano y evidente estaba cerrado, así que todavía tendría que pasear un poco. Notaba bajo los párpados y las uñas indicios de melancolía postfestiva que lo advertían de la necesidad de ocupar el cerebro con algo antes de que el sentimiento se extendiese. Además, así podría leer el periódico y saber a qué hora sería el fútbol.
            Las gente caminaba como adormecida, por lo que durante su búsqueda de refugio se fue contagiando del ritmo opiáceo de la ciudad. Normalmente ese tipo de tardes se resumen en cafés llenos de fútbol y partidas de cartas; también son importantes los forofos con las vena del cuello hinchadas por la tensión, pero Sergio había salido de casa demasiado temprano, por lo que no se dedicó a mirar a través de los ventanales de los bares a ver si retransmitían el partido del Madrid. Encontró finalmente un café tranquilo y vacío en el que, además, nunca había estado.

sábado, 26 de enero de 2013

DIOSA MARINA

     Uno de los desnudos más hermosos de la serie (me refiero al poema). Este libro fue una continua caja de sorpresas porque nunca imaginabas lo que podía salir del encuentro y del cuaderno. Este poema me sorprendió gratamente. Ahí os va:


DIOSA MARINA

Se aparece con rasgos de sirena
inundando de luz toda la playa,
se despliegan anémonas de versos
expandiendo la vida sobre el folio.

Una diosa marina
de presencia brillante

nos ofrece, desnuda,
la visión de las olas.

Ha llegado a la orilla sin esperas
con estrellas de mar bajo los ojos,
en un cuerpo salino reencarnada
de la mano del sueño más profundo.

Y las aguas descansan
con su densa ternura,

un remanso de tiempo
que conforma destinos.

Se diluye la piel en las corrientes
y navegan palabras en la estrofa;
en la ruta el poema se define
con la forma que rige las mareas.


jueves, 24 de enero de 2013

HABLEMOS, HOY, DE SEXO


                Sexo necesitamos todos;
los que menos, para nacer.
Brais Ocampo, en Tu piedra mojada (Ediciones Intermitentes)

            Voy a hablar de sexo, sí, porque me encanta hacerlo. Sin embargo, como siempre, este es un blog de literatura, así que voy a hablar de ambas cosas. Es curioso que la misma pulsión que ha llevado a la humanidad a inundar Internet de millones de páginas porno es la que nos ha hecho crear hermosas páginas que hablan del deseo o directamente del intercambio de fluídos. Existe un tálamo infinito en la historia de la literatura que ya desde los poemas de Safo inunda este universo de letras (“Yo te buscaba y llegaste/ y has refrescado mi alma/ que ardía de ausencia”). Más allá de la literatura propiamente erótica, la pulsión sexual está presente en los libros desde siempre. Es como un tabú a voz en grito.
            Porque el sexo invade el cerebro de una forma hasta agresiva en ocasiones, y los escritores, gremio que presume de ser especialmente sensible a las mareas del alma humana, reflejan una y otra vez la fuerza del deseo. Muchos poemas de Cavafis hablan de efebos singularmente hermosos, por los que se ha pagado hasta un tálero, y así, con delicadas palabras, nos habla de este amor oscuro (en la acepción lorquiana) entremezcándolo con ese sentimiento de nostalgia que también manifestaba Safo.
            Al sexo nos enfrentamos de varias formas: impulsiva, nostálgica, vital o angustiosa, pero siempre está ahí. Un cargo de Esquerra Republicana intentó que se prohibiese en España Memoria de mis putas tristes de García Márquez por incitar a la pederastia, pero yo opino que, más que eso, nos habla del sexo otoñal, de la predilección por una frescura que perdemos con los años. Y, además, la literatura puede hablar de lo que le dé la gana, que el criterio moral depende de el espíritu crítico del lector.
            Desde las bizarradas de Apuleyo hasta la violencia sexual explicita del Marqués de Sade, el sexo ha estado siempre presente, y no en todos los casos de forma agradable. Y es que, como toda pulsión animal en este mundo socializado, no carece de contradicciones. El erotismo ha dado a la literatura magníficas obras como El amante, así como una caterva de libros propios de la literatura de cordel que, como buena parte de la literatura comercial, prefiere el público al talento (opinaría sobre Cincuenta formas de Grey, pero no la he leído y no tengo la cara tan dura). Buena parte de la poesía amorosa se ha dedicado a exaltar el género opuesto o el mismo género dentro de los parámetros del erotismo (“Cuerpo de mujer, blancas colinas”, que dijo Neruda). En nuestros poemas de escarnio e maldizer la sexualidad es pícara, socarrona y bastante explícita, todo lo que no teníamos en las cantigas de amor y de amigo, siempre tan sufrientes. Algo que no heredamos de la madre Provenza es ese día siguiente, después de haber compartido lecho con el objeto de deseo, en el que el amante se lamenta de la próxima llegada del marido. Si es que a veces pienso que en el medievo gallego heredamos, sobre todo, la costumbre de llorar.
            Es bastante indicativo el hecho de que el sexo, o la escasez del mismo, haya llenado tantas páginas; demuestra la importancia, más allá del mismo fin reproductivo, que le damos entre nuestros quehaceres diarios. De nuestras necesidades, en muchos casos es la menos satisfecha y la que conlleva más complicaciones, así que la literatura no iba a ser menos. En su continua exploración de las preocupaciones humanas no podía faltar toda esa libido que rije en no pocas ocasiones nuestro comportamiento. Porque las letras y la vida van de la mano, y prendida a ésta y otras partes de nuestro cuerpo está la líquida incandescencia del deseo.
            Por el sexo lloramos, luchamos y nos equivocamos. Muchas veces lo confundimos con el amor; late dentro de nosotros como una fuerza imparable, y es así como va encontrando hueco en cada texto, en cada canción o poema, porque a veces la naturaleza nos desborda. Es igual cuántas barreras nos quiera poner la razón. Siempre estará llamando a nuestra puerta.


TAMBIÉN YO ESCRIBO POEMAS DE AMOR


     Esta es una demostración de que todos acabamos escribiendo alguna vez, poemas de amor. Uno lo intenta, buscando el equilibrio entre el sentimiento y la excelencia lírica. Espero que valga la pena leerlo.


Se ciñe a ti la lluvia cual vestido
y llevas el invierno en las costuras,
encierras en el trazo de tu gesto
el grácil desarrollo de la tarde;
y así...
los versos se me can de los bolsillos
buscando
la forma que retenga tus secretos.
Después, cuando te marchas,
no queda otra certeza que el vacío
(y yo, que nunca sufro las ausencias,
observo ese silencio
mirando como un niño que pregunta).
Espero
el tiempo en que despiertes primaveras,
la noche que me brinde tu sonrisa
envuelta en el calor de los abrazos.

martes, 22 de enero de 2013

SUTILEZA



     Pues sí, como no podía ser de otra forma, aquí va un desnudo más. Tengo que decir que para mí cada uno de estos poema es especial y único por el momento vivido mientras lo escribía. No habrá muchos proyectos así en mi vida, seguramente-


SUTILEZA

Susurro cálido y leve
que dice sólo lo justo
con frases dadas al día
sin más recurso que el verbo.

Claro sintagma,
viento de letras,
línea metódica.

Con alas como de tiempo
y vuelo tenue al papel
renace, canta, recita
palabras de sutileza.

Forma coherente,
llena de imágenes
en el subtexto.

La ropa siempre insinúa
lo que el desnudo nos cuenta,
el texto llena la página
de pronto con el misterio.

Cuerpo liviano
dicho al momento,
simple y preciso.

lunes, 21 de enero de 2013

TERRITORIOS DE LA FICCIÓN



TERRITORIOS DE LA FICCIÓN

Hace unos meses leí que es posible que García Márquez padezca demencia senil y sentí la tristeza de quien augura la pérdida de un ser querido. Cuando tenía dieciséis años mi referente principal de mundo fantástico literario era la Tierra Media, pero una prima mía, buena lectora ella, me sirvió de guía regalándome Cien años de soledad, que abrió para mí el mundo del realismo mágico y, por añadidura, el de la literatura hispanoamericana. El descubrimiento de Macondo supuso un gran cambio en mi concepción de la geografía literaria. Hoy querría hablar un poco de los territorios literarios.
            García Márquez tiene su Macondo, Rulfo, Comala, Onetti, Santa María, Faulkner, el condado de Yoknapatawpha, y así en una lista infinita de territorios narrativos. Los escritores, a lo largo de la historia, han sido aficionados a crear sus propios mundos, supongo que con vocación de libertad creativa. Una ubicación geográfica ficticia implica total libertad de movimientos, uno estira y encoge el mapa como desea y crea las condiciones que necesita para el desarrollo de los personajes. De la misma forma, este territorio puede convertirse en paradigma de una realidad geográfica e histórica. Macondo engloba la historia de Latinoamérica, al tiempo que Comala, con su pueblo habitado por muertos, traza un retrato de la violencia en ciertas etapas del rural mexicano.
            Uno puede optar por ubicar sus historias en un lugar real, como el Estambul de Orham Pamuk o el Newark de Philip Roth - y esa cercanía es lo que convierte a la ciudad en un personaje más – o inventarse un territorio que se rija por las propias normas. Uno de los méritos, para mí, de Stephen King es la capacidad para situar el terror en el ámbito más cotidiano de los Estados Unidos, insertar lo sobrenatural en la rutina diaria. El que se inventa un lugar asume plenamente el rol como escritor de constructor de mundos, que en el ámbito de la literatura fantástica se lleva la palma, lugares como Nunca Jamás, la Tierra Media o, más recientemente, los reinos de Juego de tronos, ocupan ya un lugar en el atlas sentimental de los lectores. De este modo, la función evasiva de la literatura adquiere su plenitud, trasladándonos a universos donde las normas que rigen la existencia son otras, a capricho del autor, de una forma perfectamente asumible gracias a la capacidad de abstracción del que se atreve a sumergirse en ellos abriendo las páginas de un libro.
            Porque la lectura, al fin y al cabo, es una forma de movernos por los mundos particulares de sus autores, ya sean estos ficticios o reales. Es, como ya escribí anteriormente, una forma de viajar. No seríamos los mismos de no existir a nuestro alrededor esa increíble geografía ficticia, que nos hace soñar con lo increíble o pensar en lo que nos rodea.

domingo, 20 de enero de 2013

UN PEQUEÑO HOMENAJE



      Aquí va este poema, un pequeño homenaje a una gran amiga. Es el primer poema que publico en este blog que no pertenece a mi libro de desnudos. Espero que os guste.



AQUEL DÍA DE PLAYA

Si pudiera trazar itinerarios
en la ruta sensual que revelaste
cuando fuiste, desnuda, toda playa,
escultura de arena y de salitre,
la belleza tatuada en la retina
que convierte el olvido en imposible.

Llenaría
con un lúbrico
y silente misterio
el cuaderno violento de la noche.
Sí, sería distinto dodo
de tu cuerpo haber sido otra cosa
que un paisaje de albas deslumbrantes,
si existiese algo más que ese recuerdo
de observante presunto de inocencia.

jueves, 17 de enero de 2013

ÍTACA ES SÓLO UNA PARTE DEL VIAJE



viajar. 1. intr. Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción.
                                   Diccionario de la Real Academia.
Ítaca te regaló un hermoso viaje,
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte
Cavafis, Ítaca


            Viajar son muchas cosas, el periplo implica cambio, evolución, encuentro con otros y con uno mismo. Muchas de las grandes obras de la historia de la literatura se apoyan en el viaje como pilar narrativo: La odisea, La Eneida, El Qijote… incluso El señor de los anillos. Decía Harvey Keitel en la película La mirada de Ulises (Theo Angelopoulos, 1995): “Cuando vuelva del viaje volveré con los ojos de otro, y si tú me dices que soy otro te daré pruebas de ello”. El viaje es una metáfora de la propia existencia, con su comienzo y su final.  Al final del poema de Cavafis Ítaca nunca engaña porque uno ha vuelto rico en saber y en vida y comprende ya qué significan las Ítacas. Desde el eterno regreso a casa de Ulises hasta el viaje sin rumbo de En el camino, de Kerouac, la ruta lo es todo, más que el destino. El lugar al que se llega no es más que una parte del viaje. Caminar puede ser el principio de la epopeya, como cuando los personajes de García Marquez fundan Macondo para no tener que seguir caminando, o la epopeya misma, como en La Carretera, de Cormac Mccarthy. Bien mirado, podría decirse que toda literatura es un viaje, geográfico o vital, a través del mundo o de uno mismo.
             Existe el que viaja y el que espera, el que se queda mirando el horizonte esperando un regreso como Penélope y el que se atreve a buscar el horizonte con la incertidumbre como mapa. Ambos casos implican decisión y pérdida. En el caso de viajar también hay ganancia, aunque sea el aprendizaje de la ruta. A mí me gustan los libros de viajes iniciáticos, aunque sea el mínimo periplo del protagonista de El guardián entre el centeno, de Salinger o la ruta vital de Viaje al final de la noche, de Céline. También me enamoré del camino sin tino alguno que emprenden Lolita y su maduro amante en la obra de Nabokov; traumático, duro y hasta triste.
            Yo, que sólo viajo de vez en cuando, si el presupuesto me lo permite. He emprendido durante toda mi vida un viaje a través de las letras, también sin destino determinado. En esta extraña geografía uno encuentra toda clase de compañeros de viaje y de paradas. Sé que no es lo mismo, un día un compañero de trabajo me dijo, con mucha razón, que los kilómetros son cultura. Este es mi pequeño homenaje a tres personas especiales – dos pilares de mi trayectoria vital y un gran descubrimiento – que se marcharon ayer sin billete de vuelta. Nos volveremos a encontrar en cualquier sitio del mundo porque, como escribí en un poema (y ahora, sí, me cito a mí mismo) la distancia es una trampa de la mente.

martes, 15 de enero de 2013

HAY QUE MATAR A LOS CACHORROS DE BUKOWSKI



Hay que matar a los cachorros de Bukowski,  es cierto. Soy un gran admirador de Bukowski, aunque no lo haya leído completo (creo que a no he leído la obra completa de ningún autor salvo Juan Rulfo). Sin embargo creo que ha hecho un daño infinito a un montón de potenciales escritores. El realismo sucio norteamericano (él, Carver, Fante…) contiene una pulsión carnal, viva, que cuenta la vida tal como es en sus aspectos más sórdidos o, simplemente, cotidianos. Para mí, el relato Un cuarenta y cinco para los gastos del mes hace una perfecta radiografía de la desesperación económica. Asimismo, Bukowski, que era un escritor incansable y bastante metódico, sobre todo en su última etapa, destapa las miserias de la sociedad americana de su tiempo. Era un gran lector, culto y conocedor de las literaturas europeas. Pero el problema, desde luego, no es él.
                En mi trayecto como escritor amateur he conocido infinidad de aspirantes a la gloria literaria, muchos de los cuales querían ser el nuevo Bukowski. Yo nunca he comprendido del todo eso de ser el nuevo algo. Camilo José Cela decía que cuando todo huele de una forma, la cuestión no está en oler más fuerte, sino en oler a otra cosa. Cierto es que los caminos de cualquier manifestación artística, y la literatura es una de las más antiguas, están trillados e innovar no es fácil; sin embargo, el peligro de los autores que influyen en los más jóvenes es el contagio directo en las maneras de hacer. Bukowski tiene las cualidades de la narrativa norteamericana pero con más palabrotas, de lo que es mi concepción de la narrativa norteamericana. Cuenta fácil, desarrolla personajes y situaciones de forma fluida, no desdeña la belleza en la prosa y en el verso, pero todo ello salpicado de obscenidad y provocación. Sin embargo, el problema, lo mismo pasa con los Beatniks, es toda esa gente que piensa que es la única literatura que existe. A mí me hubiese pasado también de no haber recorrido antes el bum de la narrativa hispanoamericana. Cada uno es fruto de su bibliobiografía.
                En conclusión, que nadie se fíe de un escritor que aspire a ser como Bukowski, ni, en definitiva, de nadie que aspire a ser como nadie.  La búsqueda del yo literario es una tarea compleja y no está libre de influencias. Pero hay que saber sacudírselas de encima e ir encontrando el propio estilo. Después de todo, la escritura no es más que una búsqueda que, en el mejor de los casos, no concluye nunca.