visitas

viernes, 21 de octubre de 2016

ME PARECE BIEN BOB, AUNQUE YO QUERÍA A PHILIP

    For the times, there are a changing...
Bob Dylan 

    Estaba yo de viaje cuando escuché la noticia (hay noticias que hay que escuchar por la radio): Bob Dylan premio Nobel de literatura. Me pareció escuchar mal, así que permanecí atento hasta que lo confirmaron. Y era cierto: un cantautor gana el máximo galardón literario del mundo, el premio a toda una carrera. Es un caso extraño y desató una fuerte polémica en la prensa y en las redes sociales, acusando a la Academia sueca de populismo, esa palabra tan de moda, y de fomentar el intrusismo profesional. Nunca cae el Nobel a gusto de todos.
     Yo quería a Philip Roth, lo reconozco; llevo años deseando que le otorguen el galardón antes de que se nos muera y pase, junto con Borges o Cortázar, al olimpo de las grandes plumas que nunca lo obtuvieron. Roth es autor de una obra monumental, inmensa, llena de fuerza y talento, y antes de asumir su propia decadencia decidió retirarse honestamente y dedicarse a cuidar el jardín de su casa. Uno de los grandes que, espero, lo recibirá el año que viene o el siguiente.
     Con esto no quiero decir que tenga nada contra la decisión del jurado sueco. En su argumentación lo erigían como símbolo de la revolución contracultural de los setenta que, para qué negarlo, cambió el mundo en la medida en que puede hacerlo un movimiento cultural, que es alterando algunas conciencias y rompiendo la perspectiva habitual. Dylan se carga de música para contar letras, para escribir historias y darle la vuelta al mundo. He de reconocer que no tengo un gran conocimiento sobre sus canciones, en su mayoría debido a mi pereza y el limitado conocimiento del idioma inglés, más todavía en la variante nasal y a veces ininteligible del cantante de Minnesota  (he tenido que buscar la ortografía de este topónimo), sin embargo lo que me ha ido llegando me permiten adivinar la dimensión universal de sus letras y me hace pensar que ha sido un acierto premiarlo.
     Hace tiempo publiqué en este mismo blog un par de entradas que titulé Envidia de los músicos, en las que exaltaba esa capacidad que tienen los cantatutores de expandir su mensaje a caballo de la melodía, algo que, por Dios, mataría por hacer algún día, pero el don de la música se me ha sido negado. Dylan representa todo esto: la música y la letra, el compromiso, la generación que se negó a creer en que el mundo sólo podía ser de una forma, los derechos civiles, las grandes pequeñas historias, y que los tiempos, como demuestra su galardón, están cambiando.

jueves, 6 de octubre de 2016

LOS MILES

LOS MILES
Los miles de muertos,
los miles,
los miles de excusas,
los miles de portadas,
titulares, cabeceras
de miles de telediarios;
los miles de rescatados
y otros tantos ahogados en las aguas
del milenario Mediterráneo.
Los miles de historias
de miles de páginas
que cuentan sus vidas,
que gritan sus muertos.
Los miles de demagógicas razones
que insultan, denigran, humillan
al que viene
y deshumanizan al que las esgrime.
Miles de años
echados por tierra,
sumiendo nuestra historia
en el fondo marino
tras miles de millas,
millones de pasos
por querer seguir vivos.
Y yo declamo
mil veces
¡Vergüenza!
y me faltan mil versos,
mil imágenes
que azucen
las miles de conciencias
culpablemente dormidas,
y me siento incapaz
de escribir
una frase por cada muerto,
un perdón por cada bomba,
una metáfora por cada imbécil
que levanta un muro
con las piedras de la desmemoria.
(Nosotros que vimos
nuestras ciudades arrasadas,
que huimos llorando
casas y muertos).
Sólo me queda este poema inquieto,
hecho de no poder llenar
miles de páginas
con miles de silencios
construidos con relatos
que ya nunca podrán ser contados
con su propia voz.
Porque vendrán miles,
millones,
y otros tantos morirán
sobre sus pasos de arena,
y seguirán sin mirar
miles de ojos.