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miércoles, 15 de octubre de 2014

YO NO ESPERABA NADA

Todas as cartas de amor sâo
ridículas.
Nâo serian cartas de amor se nâo fossem
ridículas

Álvaro de Campos


YO NO ESPERABA NADA

Yo no esperaba nada,
o sí:
un poco de calor para pasar la noche,
un atenuante a las condenas del invierno,
y seguí afirmando que necesitaba
una quemadura en la retina
para apresarme
en el calor de unos brazos
y una vida compartida.
Pero ha ido pasando el tiempo
y ahora,
que he aprendido el idioma de tu cuerpo,
convirtiéndome en intérprete de cada gesto,
de cada estremecimento furtivo,
son las cosas otra cosa
y busco palabras en los rincones
con las que adornar esta
nuestra nueva existencia.
Porque un poema de amor es algo serio,
es un desnudo integral, tembloroso,
en el que uno intenta
limar lo exaltado,
podar esos brotes empalagosos
de relajada cursilería,
y anunque Álvaro de Campos dijese
que sólo las criaturas ridículas
dejaron de escribir cartas de amor ridículas,
sé que te mereces la precisión
de un chip de silicio
en cada sílaba.
Y es cierto que se trata
de un sentimiento que de por sí
es excesivo,
con tendencia a inundar las estrofas
de metáforas,
pero a mí me gusta más
esa cosmogonía de pequeñas cosas
con la que se construyen las sonrisas,
este rozar delicadamente la vida
con las yemas de los dedos,
como si tuviese miedo de romperla.
Por lo tanto
Puedo decir que últimamente
soy menos sensible a las canciones tristes
y no siento tanto miedo
ante el avance del calendario,
que soy un poco como el zorro
de El Principito,
contando las horas como esperas,
y que ya no asocio la libido
a la angustia;
puedo afirmar que crezco
al ritmo que crecemos,
sin embargo
nada de esto es del todo exacto,
porque hay realidades
que no son descriptibles
o cuantificables,
que superan lo infinito del lenguaje.




lunes, 13 de octubre de 2014

SALA DE ESPERA

Esta sala de espera sin esperanza
Joaquín Sabina
SALA DE ESPERA

En el INEM
no hay cursos de cómo dar abrazos,
así,
en la sala de espera
todo el mundo se abraza
a sus teléfonos móviles,
sudando una atroz desesperanza,
sin hablar los unos con los otros.
Yo he visto el gris
de los sueños infructuosos
tiñéndolo todo,
la tinta que rellena
impresos inútiles.
¿No estarán en ese ordenador
registradas
todas las mañanas en las que me levanto
con el peso de la vida en las piernas,
el currículum de búsquedas frustrantes
y miradas condescendientes?
En esa base de datos
de los proyectos olvidados
no guardan las horas
desgastando las aceras,
acumulando temor al futuro
y un presente
en el que te tiembla el alma.
Y seguimos en este silencio triste,
adorando pantallas
que llenen de ruido visual
nuestras vidas,
esperando que anuncien nuestro turno
para cualquier trámite,
compartiendo sin compartir
un tiempo perdido.