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martes, 29 de marzo de 2016

CAMBIO DE HORA

CAMBIO DE HORA

Este atardecer abrupto,
tras el cambio de hora,
es como si pusiese el día de perfil,
mirando de soslayo
e imprimiendo ojeras
bajo los ojos de la tarde.
La luz, a las seis y media,
trae adjetivos de serie,
como mortecina,
que son casi desinencias 
de este súbito cambio 
de la realidad.
Al parecer,
de esta forma ahorramos
un cero coma cinco por ciento
de puestas de sol,
o algo así,
no lo escuché bien;
ahora el telediario
me pilla a la hora de la siesta.

miércoles, 16 de marzo de 2016

ARRANCAR LA HOJA VIOLENTAMENTE

     Pasa mucho, sobre todo cuando escribes en papel, cosa que últimamente sólo hago cuando me doy al mal vicio del verso. Ocurre como gesto de frustración, de bloqueo, de incapacidad incluso, pero... ¿Y lo bien que se queda uno?. A veces, cuando no sale nada y una palabra, un verso, una estrofa o un poema completo se nos resiste no hay nada mejor que arrancar la hoja de forma violenta y arrugarla hasta convertirla en una bola de frustración celulósica. Después dejo el cuaderno sobre la mesa, que hoy está sorprendentemente ordenada, y abro una entrada nueva del blog para escribir sobre el hecho de no escribir en una especie de compensación freudiana. Así, continuando con la comparativa psicológica, ante la incapacidad de acostarme con las palabras desarrollo un onanismo cibernético que consiste en contar sobre lo que no cuento. 
     Ya sé que existe la posibilidad de tachar, de aprovechar, por el bien del planeta, la hoja por el anverso, pero supongo que es un gesto aprendido, sobre todo desde que existen el cine y la televisión, el hecho de destruir repentinamente nuestro primer intento de despegue, y el segundo, y unos cuantos hasta encontrarnos con un montoncillo de pelotitas de papel con actitud bastante acusadoras. Sin embargo, estas formas no esféricas de frustración abultan más que cuatro líneas no escritas y así, en el fondo, parece que trabajamos. Además, es bastante icónica la imagen del escritor frustrado, roto por el bloqueo, arrastrando su no escritura por cuadernos, calles y bares. Decía un viejo amigo mío, muy buen escritor, por cierto: "soy escritor, no tengo que terminar nada". Siempre ha de haber un poema inacabado, un libro por escribir, una gran obra que espera que musculemos bien nuestra pluma para ver la luz, algo que nos de una buena motivación para seguir sin hacer nada, diciendo que no nos sale.
     El proceso de escritura es complejo, arduo y bastante desagradecido. Por eso requiere de una dedicación y constancia absolutamente imprescindibles. Por eso no vale arrancar la hoja y salir al balcón a fumarse un cigarro mientras ves pasar el mundo (además, ya no fumo), sino que hay que tirarla a la papelera y volver sobre ese inhóspito páramo de la hoja en blanco, a dejarnos morir de sed de palabras hasta que la necesidad nos haga escarbar en busca de un manantial del que sacar algo, lo que sea.
     Yo, que siempre he sido vago, seguiré arrancando hojas, en una clara falta de respeto al planeta, con la intención de desahogarme cada vez que no me salga el siguiente texto, pero volveré una y otra vez a intentarlo; porque no me comprendo de otra forma que escribiendo. Porque esto es, a fin de cuentas, lo que soy.