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viernes, 28 de noviembre de 2014

LITERATURA Y CINE, ADAPTACIONES VARIAS (I)

El cine y la literatura, de una forma u otra, siempre han estado ligados. Yo siempre he sido contrario a las comparaciones que se hacen entre un formato y otro, pues los considero lenguajes distintos, pero cualquier adaptación al cine de una obra literaria siempre requiere un mínimo de dignidad. Quiero decir que la película ha de ser buena, a veces es incluso mejor que el libro. Dejo bien claro que éste no es un estudio detallado de las mejores adaptaciones, sino una lista de libros y películas que, casualmente, como todo lo que me llega a las manos, he leído y visto con resultados satisfactorios o no. Me resisto a establecer cánones porque soy, en cierta forma, bastante indocumentado. Con esta entrada pretendo compenzar un serial que iré publicando, como está mandado, de forma irregular. Así que ahí va este listado:

- No es país para viejos:

Novela: Cormac McCarthy, 2005.
Película: Hermanos Coen, 2007.

Leí este libro antes de conocer la intención de los hermanos Coen de llevarla al cine. La sequedad verbal de McCarthy, su violencia de frontera, sus inolvidables personajes (en especial el temible asesino Chigurh)... todo en este libro lo convierte en una obra de referencia. Realmente pasé muy buenos ratos leyéndolo. Cuando me enteré de Joel y Ethan Coen serían los encargados de llevarla a la gran pantalla no pude más que alegrarme. En la adaptación está toda la violencia sin sentido, la ambición y un inconmensurable Bardén en el papel de Chigurh, que tuvo tanto calado que hasta fue parodiado por Los Simpson. Sí señor, este es un buen ejemplo para comenzar la lista.

- Parque jurásico:

Novela: Michael Crichton, 1990.
Película: Steven Spielberg, 1993.

Vaya por delante que soy un fan casi incondicional de la manera de hacer las cosas de Spielberg, el director que se ha encargado durante años de llevar nuestros sueños a la pantalla. Esta adaptación es un caso especial: nos encontramos ante un libro con hechuras de best-seller, de redacción tosca y bastante farragoso. Un libro regularcillo, al fin y al cabo, pero con un argumento fascinante. Sin embargo, la película es un ejemplo de cine comercial bien hecho. Los dinosaurios parecen estar vivos en la pantalla y la historia es divertida y da miedo. Me encantó Parque jurásico desde que la fui a ver al cine y sufrí una pequeña decepción literaria con la novela que lo inspiró. Spielberg nos proporciona una gran sesión palomitera, con enjundia, altamente recomendable. No creo, como ya dije, en este tipo de comparaciones, pero recomiendo prescindir de la lectura y disfrutar del cine.

-Blade Runner:

Novela: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick, 1968.
Película: Blade Runner, Ridley Scott, 1982.

Estamos ante un ejemplo de cómo una película acaba fagocitando al libro que la precede. Los que se decidan a adentrarse en ambas obras se encontrarán con dos experiencias distintas, ambas inquietantes y plenas de fascinación. Ciencia ficción de primera, eso sí. En la entrada de la Wikipedia (que consulto para ver fechas y demás) relativa a la novela hay un apartado en el que se mencionan todas las diferencias entre película y novela. La obra de Dick es un inquietante relato postapocalíptico en el que la tierra se ha vuelto un lugar casi inhóspito y se publicita la emigración a otros planetas. Blade Runner transcurre en una megalópolis inmensa en la que, como en Galicia, nunca para de llover. Son relatos esencialmente parecidos y a la vez muy diferentes... y ambos recomendables. Inolvidable el discurso final del replicante Roy Batty, fantásticamente interpretado por Rute Hauer, que reescribió el soliloquio a su medida:

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en las puertas de Thanhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

-El señor de los anillos:
Novela: J. R. R. Tolkien, 1954.
Película: Peter Jackson, 2001, 2002, 2003

Una legión de frikis y amantes de la fantasía medieval esperaban esta película como agua de mayo. La obra maestra de la fantasía épica escrita por Tolkien y convertida en fenómeno de masas popularizó la Tierra Media como nunca antes había sucedido con algún otro territorio mítico. Enfrentamiento entre el bien y el mal, crisol de razas y seres fantásticos y un ritmo que engancha desde el principio son los ingredientes de este libro redondo, incontestable, en el que el autor inglés nacido en Sudáfrica se adentraba en su propia mitólogía a partir de sus particulares juegos filológicos (empezó con la creación de un idioma: el élfico). Un libro que cambió mi adolescencia. Ya existía una adaptación animada estrenada en 1978 de mano de Ralph Bakshi, pero solamente abarcaba una parte de la historia, con resultados irregulares aunque atractivos. Sin embargo Peter Jackson asumió el reto de contentar a un ejército de fanáticos que no aceptarían el más mínimo fallo. El resultado no podía ser mejor, la Tierra Media se despliega ante nuestros ojos, la trilogía admite mil revisiones... no hay queja, no, y además te mantiene tenso de principio a fin. Gracias Peter.

-El almuerzo desnudo:

Novela: William S. Burroughs, 1959.
Película: David Cronenberg, 1991.

Esto sí era un reto: plasmar la mezcla de psicodelia y escritura automática que Burroughs pergeñó en Tánger mientras consumía drogas y escribía sin parar. Un libro inclasificable, cuyos capítulos casi inconexos podían ser leídos en cualquier orden. Paradigma de la generación Beat junto con En la carretera, de Jack Kerouak. Tal vez Cronenberg, con su afición por la casquería y los elementos repulsivos, fuese el director perfecto. El resultado es una película extraña, inquietante, que mezcla el proceso de escritura con el libro mismo. Da bastante miedito, la verdad, pero te sumerge en el mundo de Burroughs y te hace creer que vives en la Interzona. Para mí es un ejemplo de adaptación arriesgada... y le resultó.

Por ahora está bien. No son muchas, pero es un comienzo. A los que no se hayan adentrado en estas obras les ofrezco la oportunidad de horas de diversión.
 



 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

HA CAMBIADO LA CONFIGURACIÓN DE LOS COMENTARIOS

Queridos seguidores de este blog. Superando mi ineptitud en relación a las redes sociales he cambiado la configuración de los comentarios. De ahora en adelante se podrán publicar comentarios de forma anónima, sí, sin registrarse ni nada. A ver si así los lectores se animan a comentar las diversas entradas, que a veces parece no haber nadie al otro lado. Ánimo, no seais tímidos.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

ESE UNIVERSO PROPIO

Hace tiempo que no reflexiono aquí en este blog, y me ha dado por pensar en este íntimo universo que uno se va creando cuando escribe. A base de palabras, ya sea en poemas, relatos o novelas, poco a poco vamos conformando nuestra particular cosmogonía. Hay fantasmas en la mente de todos, y los escritores los encapsulamos, los cuardamos en cajones hasta que afloran, muchas veces sin que nos demos cuenta, en ese solar de la conciencia que es el folio.
Nuestros pequeños mundos se construyen peleándose con las frases, dejando que todos los yo de nuestro yo aporten cada uno su grano de arena. Es esa la arquitectura de los textos, un combate constante por encontrar todo aquello que ni siquiera sabemos que buscamos, un viaje hacia dentro de nosotros mismos en el que a veces, sólo a veces, conseguimos poner una nueva piedra en la indefinida estructura que vamos conformando.
Y por ese mundo circulan espacios y personajes a los que con frecuencia regresamos, camuflándolos de formas distintas para aportar riqueza. Cada texto que escribimos es como un fragmento que se añade y acrecenta. Supongo que a más escritores que yo nos gustaría que cada nuevo texto fuese algo distinto, único, poblando de variedad las páginas que damos al mundo. Sin embargo la escritura es una actividad íntimamente ligada a nosotros mismos, a nuestro mundo interior, porque después de todo nuestra convivencia con la realidad se forja a través de palabras. Así, cada párrafo es una pieza de un puzzle del que se nos perdió la foto de referencia en algún momento; no tenemos más que una imagen difusa de lo que buscamos y que, tal vez, nunca lleguemos a encontrar, puede que ni nos importe.
Es por eso, supongo, que abundan los territorios míticos en el corpus literario de tantos autores, como el Yoknapatawpha de Faulkner, el Macondo de Márquez, la Santa María de Onetti y demás entornos ficticios. Esto es una forma de situar en un espacio el torrente verbal y arriesgarse a domarlo. En los universos literarios las cosas funcionan como el autor quiere y esto facilita las cosas. A veces, sin embargo, la ficción se ubica en entornos reales, como el Newark de Philip Roth o el Maine de Stephen King, con lo que el relato crece con pequeñas transformaciones de ese sitio que cualquier vecino conoce, haciéndolo más familiar.
Escribir es, al fin y al cabo, desarrollar la propia intimidad y exponerla al mundo, a veces con los disfraces necesarios para que no se apodere de uno la sensación de desnudez, de indefensión, porque cada palabra está ligada a nosotros, al pequeño dolor de alma que impulsa a sentarse frente a un teclado con la soledad por compañía.