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jueves, 12 de noviembre de 2015

EL CICLO DE LA ENVIDIA

     No siempre es así, pero muchas veces sucede que se instala entre los escritores, que no son menos que el resto de artistas, el ciclo de la envidia. Vaya por delante que me he encontrado a lo largo de mi vida con muchos escritores libres de este síndrome, pero hoy quiero ser un poco malévolo y hablar de la otra cara que supone convertir el ego en palabras: la envidia perra.
     Uno se pasa la vida peleándose con un bolígrafo y una hoja de papel en blanco - por aquello de establecer una imagen romántica, aunque bien podría ser un teclado de ordenador y una página de Word - buscando cada palabra como si de un descubrimiento único e irrepetible se tratase, peleando con el argumento, el estilo y la estructura tal cual una operación de urgencia a corazón abierto. Finalmente te encuentras con textos que son como tus hijos, a los que quieres y siempre ves perfectos, adorables, y querrías besar todos los días en las mejillas antes de que se vayan al colegio. Sin embargo, en medio de todas las inseguridades consiguientes, está aquella que nos hace pensar que igual nuestro hijo no es el más listo de la clase, o el más guapo, o el que mejor juega al fútbol. No resistimos la tentación de compararlos con los hijos de otros padres, a los que ven que despiden con más cariño, que sacan mejores notas.
     De mi experiencia en talleres de escritura, a los que asistí como aprendiz de juntaletras y aprendí mucho, llegué a la conclusión de que muy poca gente sobrelleva bien una crítica, convencido como está todo el mundo de que ha escogido la mejor forma de tratar el mejor tema. En lugar de reflexionar y decidir si ha de hacerse caso o no a los consejos de los demás "entendidos", muchas veces llenos de buena voluntad, los consideran ataques contra su OBRA, así, con mayúsculas; y se defienden con uñas y dientes. Esto funciona debido a la hipersensibilidad del artista para con lo que hace. 
     Más allá de esto está la envidia, que es como una versión hipertrofiada de las inseguridades del escritor. Funciona de muchas formas: la primera y muy importante es el desprecio del que triunfa. Ocurre sobre todo con los superventas, los Follet, Zafón y compañía. Que sí, que se puede escribir bien y vender mucho (también se puede conseguir escribiendo mal, pero no me importa); puedes especializarte en fantásticos relatos de terror, como Stephen King, siendo honesto con tus capacidades. Pero por supuesto, en alguna bohardilla de alguna ciudad perdida del mundo habrá quien los odie y diga que no saben escribir. Tengo que decir que nunca leí a Follet, pero lo admiro porque tiene una fórmula que funciona, y amigos míos que entienden de literatura más que yo me hablan bien de él, entonces, algo tendrá el agua cuando la bendicen.
     Hay más envididas, como la que suscita el escritor joven, lleno de talento bruto, que hace al escritor veterano ensañarse en sus errores, que comete por falta de oficio, con la presuntuosa idea de enseñarle. A mí me ayudaron mucho escritores con más kilómetros que yo, que sí tenían esta voluntad sincera de hacerme mejor escritor, de pulirme. Sin embargo, en muchos escritores surge un vacío en el estómago cuando un veinteañero muestra lo que Hemingway llamaba "capacidad lírica de la adolescencia", esto es: frescura. 
     También está la que nace de no ganar premios, de no obtener el reconocimiento que uno cree merecido, y que se resume en que los galardones están concedidos de antemano o que publican solamente unos pocos porque están bien relacionados. Claro que es difícil pensar que por ahí hay gente muy buena, incluso mejor que uno. Pero esos son consideraciones descartables, por supuesto.
     Y por supuesto, están los odios viscerales entre escritores coetáneos, que parten de que no aplican los mismos planteamientos literarios que uno ha asumido como el no va más de la senda que ha de seguir el universo literario. Estos crean cismas, pataletas, declaraciones que se convierten en Troyas literarias y demás manifestaciones de desprecio. La historia de la literatura está llena de ellas.

     Esto, por supuesto, concierne a los demás escritores, que a mí nunca me pasa. Yo sé perfectamente que no gano premios porque los jurados están comprados y que no publico porque las editoriales no arriesgan y prefieren a escritores consagrados.

miércoles, 14 de octubre de 2015

CATACLISTICS EN CERVEIRA

     Hoy quiero hablar del evento cataclístic que, una vez más, hemos llevado a cabo en Vilanova de Cerveira el día nueve de septiembre en el marco de la XVIII bienal de arte que se celebra en esta localidad del norte de Portugal. Allí estaba mi amigo Pedro Oliver, mi eterno enlace con este colectivo, además de los artistas Susi Fernández, Mavi Escamilla - pintora valenciana - y Toni Cobretti - músico mallorquín. También nos acompañaron Aurea Brea, Javier, Jurgen y Cristhine, siempre prestos a colaborar en la elaboración del fanzine que en cada encuentro se convierte en eje central de nuestras actividades.
     Llegué de noche, después de trabajar, tras una larga espera en una gasolinera de Tui a donde me fueron a buscar, y tras cenar ya nos envolvimos en el ambiente de la bienal, trabajando en el pabellón de la misma. Estábamos justos, muy justos de tiempo, así que esta vez se había optado por un fanzine tamaño naipe. Un precioso desplegable que optamos por llenar de color y titulamos Bienal a todas as cores. Sólo había hecho falta una hora para sentirme dentro de esa dinámica que se genera en los eventos cataclísticos, de creatividad festiva, o de fiesta creativa. Me hace sacar de mí mismo algo que demasiadas veces dejo dormir.
     Al día siguiente tuvo lugar nuestra particular intervención: videoproyección a tres pantallas, Toni Cobretti a la guitarra y un servidor recitando poemas propios. Por supuesto todo terminó con nuestro clásico encierro, fiesta conceptual en la que desahogamos la presión de haber hecho en dos días el trabajo de semanas. Quiero agradecer esta oportunidad al colectivo cataclístic, que no se ha privado de enviar obra al fanzine y que, estuviesen o no, son la esencia de todo lo que hacemos. Ahí os dejo mi particular intervención en el fanzine:

PASATIEMPO POÉTICO (monta tu propio haiku)
Del haiku siguiente toma todos los versos y reordénalos descartando uno hasta formar dos nuevos poemas. Las soluciones están al final de la página:

1.-Reiteración
2.- dialéctica ad aeternum,
3.-caen las utopías
4.-del color de pétalos de sangre-
5.-Perdidos los sueños,
6.-ahora
7.-descubrimos el calor donde estaban.

(SOLUCIONES: 247563; 675142)


martes, 22 de septiembre de 2015

PONTIFICANDO (II)

Para aprovechar mi reciente vuelta a la actividad bloguera, aquí va la consiguiente entrega de Pontificando para 2015. Nuevas afirmaciones tajantes, cual si hablase de fútbol, nuevas "verdades aplastantes" sobre literatura. Un artículo, en fin, que como lo leerán apenas mis amigos y familiares, generará una comedida polémica o una actitud condescendiente. No es que me importe mucho, yo escribo este blog para divertirme... creo.

- Stieg Larsson escribía mal, pero mal de narices. Que sí, que está bien, que los argumentos de Millenium son una pasada y enganchan, pero casi me crea una úlcera por leerme los dos primeros.

- En cambio Philip Roth es buenísmimo, increíble, maravilloso, y que se haya retirado de escribir roza la tragedia.

-El editor que le dijo a Camilo José Cela, tras la lectura de La familia de Pascual Duarte, "usted todavía es joven, puede dedicarse a otra cosa", merece arder en el infierno de los editores infames.

- Las afirmaciones del tipo "no leo a este escritor porque era un fascista/rojodemierda" sólo sirven para negarse buenos textos. Además, después se tiende a leer a escritores malos porque piensan como nosotros.

- La antipatía que genera Mario Vargas Llosa en el "mundillo", sobre todo por cuestiones políticas, es inversamente proporcional a su maestría. Es bueno de cojones.

- Se puede vender millones de ejemplares, estar en todas las ferias del libro y salir en televisión y, en cambio, escriibir bien.

- Los que mataron a Lorca por rojo y por maricón destruyeron un patrimonio más nacional que la mala sangre que portaban. Al mismo tiempo crearon un mito, pero tal mito hubiese existido de todas formas porque es un autor universal. Por culpa de una idea idiota de la patria cercenaron una trayectoria que hubiese sido infinita.

- Hay que leer a Carlos Fuentes... y punto.

- Hay una cierta, cuando no categórica, estupidez en distinguir a escritores exiliados de un bando u otro. Cuando un autor tiene que irse de donde está por motivos políticos, es que algo no funciona en ese país.

- Seguro que Volverás a Región es un libro muy bueno y bla bla bla, pero a mí me aburrió hasta el extemo y no pude leer más de treinta páginas. Sí, soy débil.

En fin... no tengo más afirmaciones tajantes por el momento, así que tendremos que contentarnos con estas. Para mantener entretenidos a los familiares y amigos, que diría Ismael Serrano, que leen de vez en cuando este blog.

domingo, 20 de septiembre de 2015

DELICATESSEN

Hacía mucho tiempo que no escribía en este blog porque no tenía ordenador disponible. Así que para celebrar mi regreso y el hecho de haber superado las siete mil visitas publico este poema que me sale del alma y del cuerpo. Un poema es la mejor forma a veces de decir las cosas:

DELICATESSEN

Yo caminé hacia la página
lleno de versos cansados,
emborronando el futuro
con borradores inciertos;
y así las cosas: vivir
deshidratando metáforas
para convertirlas en polvo
que facilite su envase...

Y crecerán cuando sientan
esa humedad clandestina 
que te provoca mi roce,
alimentadas tan solo
por el pequeño milagro
de nuestro encuentro.

Emulsionando palabras
con el batir del lenguaje
sazonaré los momentos
que sumarán la receta
de este sentir que nos nutre
y que alimenta poemas.

Sé que saldré del cuaderno
con el sabor de tu vientre
condimentando los días,
delicatessen, sabrosa
mezcla de sexo y abrazos
la que supone vivirte-

martes, 9 de junio de 2015

AYER QUE VI MIS VERSOS POR LAS CALLES



Por una iniciativa de alguien muy, muy especial, ayer amaneció Pontevedra con carteles en los que había poemas míos. Estarán ahí hasta que la lluvia los desgaste, o hasta que sean tapados por otros carteles en este devenir de la vida en el que el presente lo tapa todo, hasta el tiempo para pensar y leer. El caso es que están ahí, y ahora sé que siempre estarán ahí, aunque su presencia física se atenúe, aunque desaparezcan, porque quizás algún desconocido se haya parado en algún momento a leerlos, puede que alguien del que yo no sepa nunca haya sentido la ira que alberga Hojas secas, o el amor incondicional de Yo no esperaba nada, el caso es que ahora, por el tiempo que sea, existe esa posibilidad. Porque uno escribe porque siente, pero también para hacer sentir, para golpear conciencias con la realidad, con la propia lectura de la realidad. Y es que el que escribe, por introspectivo que sea, siempre quiere llegar, hacerse un lugar en el alma de la gente.
Busqué y fotografié los carteles, en este ligero egocentrismo de la creación artística, tan engorroso como necesario, y, por qué negarlo, los releí, me leí, para comprobar con la distancia del tiempo si todavía me gustan esos pequeños pedazos de mi forma de estar en el mundo. Y ahora siguen ahí mis versos a la intemperie, que es como yo me siento muchas veces ante este oficio no remunerado sin el cual no sería capaz de entenderme a mí mismo. Si alguien, algún día, llega a este blog por medio de la dirección que está impresa en los carteles sentiré esa emoción mezclada con pudor del que deja que lo atraviesen en canal porque ha convertido sus vísceras en palabras. Y si eso no ocurre, si simplemente alguien se emociona con ellos sin que yo llegue a saberlo nunca, esta materia que he depositado en el cosmos, tan ínfima como vital para mí, habrá servido de algo.
Así, al igual que cuando se publica un libro, andan los versos sueltos como palomas liberadas, sin GPS ni chip de localización, volando solas para ojos desconocidos, buscando posarse en el sistema de referentes de alguien, el que sea, o quizás solamente revoloteando por el cielo de la ciudad como si buscasen comida. Y quien los colgó por las paredes comprobará que me ha dado fuerzas para realizar nuevas sueltas, para dotar otra vez de alas a las palabras. Y me hace creer de nuevo en mi mismo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

ESE VERSO QUE SIEMPRE NOS LLEGA

Porque todos fuimos adolescentes, con esa hipersensibilidad que te da el periodo de sobreabundancia de granos y hormonas, la inseguridad de las relaciones con uno mismo y con el sexo opuesto y la masturbación compulsiva. Ese mismo temblor del alma hace que nos relacionemos con los versos de una forma distinta. Y no me refiero sólo a la poesía impresa, sino también a su expresión musical. 
Cuando teníamos quince años andábamos por ahí en busca de algo, lo que fuese, con lo que identificarnos. Yo, que había sido un niño de leer mucho, encontraba en los poemas de Neruda algunas de las respuestas. Esos enamoramientos hiperbólicos, absolutos, imposibles, tanto que no son más que proyecciones de una necesidad en otro individuo (en mi caso la chica de turno), se traducen en periodos de soledad íntima buscando una palabra que compartir con nuestro sentir.
Así, recuerdo que los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, sobre todo el poema número veinte (sí, ese de "puedo escribir los versos más tristes esta noche") era como la biblia. Todos habíamos sentido eso, y en mi curso de letras puras siempre había quien lo tenía copiado en una libreta. Eran tiempos analógicos, en los que Internet era cosa del futuro, y copiábamos los poemas y las letras de las canciones mayormente a mano, o puede que en la copistería próxima al instituto. También grabábamos cassettes con la música que nos gustaba, escuchando La Gramola en M80 y esperando a que sonase nuestra canción para darle a record, lo que hacía que después de Celtas Cortos estuviese Maná... nadie es perfecto. Eran los mismos años en los que para atisbar sexo en la televisión tenías que esperar a televisiones locales (con el volumen bajo, por aquello de tus padres), porque no tenías Canal Plus.
Pero a lo que iba. Cuando estabas sensible, que era la mayoría de las veces, escuchabas mil veces una canción porque tenía ese par de versos que parecían hablarte a ti ("Como quieres ser mi amiga/ si por ti daría la vida", de Jarabe de Palo, insisto en que nadie es perfecto), porque aquella chica no te quería. Yo, además, me las daba de chico sensible y solemne, que escribía versos y tal, con la ilusión de que aquello ablandaría el corazón de las chicas. Nada más lejos de la realidad. También leías mil veces poemas tristes, sensibles, hasta sensibleros, por lo que aquel libro tan odiado por el propio Neruda con el paso del tiempo formaba parte de tu literatura de cabecera. Y también las rimas de Bécquer, por qué no, si después de todo parece poesía para adolescentes.

Con el tiempo crecí, y la adolescencia se me fue un poco, no mucho, y nuevos versos y canciones sustituyeron a los que habitaban mi sistema de referentes. Pero sé que ahí siguen todos ellos, como una especie de sustrato que abonó mi sensibilidad posterior. Y generaciones de adolescentes escucharán letras de amor, rebeldía y drogas en esa búsqueda eterna de alguien que los comprenda. Porque siempre hay un verso que nos llega. Ya sea de Extremoduro, Celtas Cortos, Los Suaves... o de Neruda, Becquer, Silvio Rodríguez. Siempre habrá algo que leamos o escuchemos que parezca escrito para nosotros.

miércoles, 13 de mayo de 2015

MÁS EXISTENCIALISMO, POR SUPUESTO

Uno, con el tiempo, va viendo pasar las cosas con perspectiva de narrador, esto es: imaginando cómo las contaría una vez me ponga delante del ordenador. Así, cada persona tiene su breve texto descriptivo, cada situación busca un estilo que encaje con ella. Es lo que en cualquier oficio se llama deformación profesional. Esto te hace ir por la vida con cara de ser escritor, lo que no significa exactamente escribir, sino mantener esa actitud de persona que lo cuenta todo. Y, además, si eres ese amigo en el que todos confían (a mí me pasa), tienes que tener muy claro el filtro que impida contar las intimidades de tus amigos.
Nunca supe definir de otra forma lo que significa ser escritor que como una actitud. La palabra vocación, en este neoliberalismo que te obliga al contínuo reciclaje, está muy denostada. Es, quizás, una suerte de rebeldía calmada que te obliga a sentarte y pensar en el mundo de la información compulsiva. Con muy poquitas cosas puedes construír el relato. Creo que ahora somos un poco como el robot de Cortocircuito ("¡Datos, datos, quiero más datos!"), por lo que la calma para escribir no nos llega, hay que buscarla.
Todo esto viene a tenor de mi anterior entrada, en la que reflexiono acerca de ser un escritor desconocido. En esto de la Internet te das cuenta de la diferencia: un escritor desconocido es como aquel que, en vez de follar, se masturba, vertiendo contenidos para nadie. Pero, llegados a este párrafo, voy a intentar establecer un poco de coherencia en este batiburrillo que he escrito hasta ahora:
Escribir es, parafraseando a Bukowsky, pelear a la contra. Y ahí hay que ignorar el sacrosanto mercado, no hay que ponerse de morros porque no se vive de ello o porque los lectores son escasos. Uno escribe porque quiere, como diría Monterroso, así que hay que estar dispuesto a vivir la narrativa de las cosas sin esperar recompensa. Poner un sustantivo, un adjetivo, una subordinada... y así trabajar sin descanso hasta motarse su propio universo. Y este universo es la única recompensa verdadera que otorga la dedicación a las palabras. Luego, si te haces famoso, rico, y sales en las páginas de crítica literaria de los periódicos pues mejor que mejor, porque por fin sientes que te tienen en cuenta. Decía Álex de La Iglesia que uno hace películas para que lo quieran más, y yo siento la escritura como si estuviese pidiendo mimos, abrazos de los lectores, será que estoy cariñoso. Es algo que sale de dentro, como los gases, que crece hasta anegarte el alma y desbordar en forma de tinta.

viernes, 8 de mayo de 2015

EXISTENCIALISMO BÁSICO DE UN ESCRITOR DESCONOCIDO

La cosa empieza cuando, desde pequeño, vas llenando libretas con poemas torpones y amagos de relatos. Y empiezas infinidad de novelas con el firme propósito de hacerte un hueco en la historia de la Literatura Universal (sí, con mayúsculas). Y lees, lees mucho, informándote también de las biografías de los autores. En algún momento sabes que Susan E. Hinton publicó Rebeldes con diecisiete años y ahí empiezan los problemas, porque tú ya los has cumplido y lo único que tienes es un segundo premio Ben veñas maio porque el primero lo declararon desierto, lo que te convierte en un segundón de ti mismo. El caso es que desde los ocho años has soñado con ser escritor, manteniendo en tu cabeza esa idea romántica de que un escritor no es sólo aquel que escribe, sino alguien que vive de escribir, que existe por y para la literatura, sin más ocupación que construír un mundo de palabras que encoja los corazones y agite las mentes de la humanidad.
Luego pasan los años, y llevado por la misma pasión estudias Filología Hispánica, con lo que te encuentras con la realidad de un universo literario que se abre ante ti, que ya estaba ahí para mucha otra gente con el mismo o más talento que tú, pero que parece puesto para nutrirte y convertirte en el escritor que, así lo crees, te mereces ser. Pasan los años y te encuentras con un título y más cuadernos emborronados, así como unas cuantas fotocopias y el paso por diversos talleres de escritura en los que la gente te dice que tienes talento (sí, te lo dicen) y te lo crees, vaya si te lo crees, porque la juventud es atrevida.
Un día, después de intentar convertirte en narrador, publicas un primer libro de poemas, y te ves elegido para la gloria porque los que asisten a la presentación te piden que se lo firmes, y te dicen que van a seguirte la pista (esto sucedió de verdad, que diría Kurt Voonegut), lo cual te llena de una extraña sensación de haber entrado en el engranaje. El caso es que has publicado con una editorial insignificante y tienes que vender tú mismo ejemplares de tu libro. Además, como no tienes un duro, te dedicas durante un verano entero a recitar poesía en la calle, con lo que vendes hasta doscientos ejemplares de un libro que acabará descatalogado, gracias a Dios, por discrepancias con el editor. Esto, lo de recitar en la calle, te convierte en personaje en una pequeña ciudad periférica, pero poco más. A partir de ahí la gente te conoce como "el poeta", cuando lo que quieres es ser narrador, insistes.
Vuelven a pasar los años y publicas una novela, por fin. La novela en la que has trabajado tres años, en la que vuelcas todo lo que han sido tus anteriores intentos de contar historias, y durante la presentación y los meses siguientes vuelves a creerte elegido para la gloria, pero, digamos, de una forma más matizada y humilde, porque vas viendo cómo funcionan las cosas realmente. A alguna gente le gusta la novela, a otra no, lo cual es señal de que no son indiferentes y esto es bueno. 
En algún momento comienzas a escribir poemas a mujeres desnudas, lo que suscita ironías de todo tipo, pero vas construyendo otro libro, un proyecto que nadie ha hecho antes. Mientras, comienzas un blog de literatura, y un día tienes cien visitas y crees que todo vuelve a empezar, pero de nuevo es mentira. Unos cuantos "me gusta" en tu recién estrenada página de facebook y ningún comentario. Te leen, como siempre, amigos y conocidos.
También está el festival, el XVI Festival de Poesía de la Mediterránea (gracias a Pedro Oliver por su fe), en el que vas como poeta invitado en medio de gente con trayectorias serias en su mayoría, y vuelves a firmar libros, y a recibir halagos. Los halagos, me paro aquí, son peligrosísimos porque te hacen perder la perspectiva. Durante una semana piensas que eso es un punto de inflexión, que de ahí hacia arriba. Y sigues leyendo las páginas de literatura de El País, acumulando biografías de escritores, amontonando lecturas en tu currículum y soñando con estar ahí algún día. Sin embargo, con el tiempo, te has dado cuenta de que ser escritor es escribir, nada más, es necesitar escribir, no publicar ni vender ni salir en las críticas de los periódicos o firmar ejemplares en la feria del libro. Eso es ser un escritor profesional, lo cual es un matiz importante.
Entonces cobras conciencia plena de lo que es ser un escritor desconocido, de vivir para y no de la literatura, de disfrutar contando historias sin acumular la frustración de ver cómo sólo las leen aquellos a las que se las envías por correo electrónico. Dejas de buscar los halagos y lo único que intentas es ser bueno, muy bueno, pero tampoco sabes si esto sucede, no puedes saberlo nunca.
Pero el sueño sigue ahí, intacto, el sueño de cuando tenías ocho años, diecisiete, veinticinco... un sueño indefinido, un algo, no se me ocurre otra palabra, que implica reconocimiento, dinero, sensación de haber llegado a algún sitio. Lo que ocurre, y lo que te mantiene vivo, es que ya has leído a Cavafis y sabes que el destino no es más que una parte del viaje, y que disfrutas, más que temerlos, de Lestrigones y cíclopes.

jueves, 7 de mayo de 2015

GEOGRAFÍA E HISTORIA


Estoy en medio de la elaboración de una de esas sesudas entradas, mientras, aquí va un nuevo y flamante desnudo. Lo escribí anteayer todavía. La modelo/amable voluntaria tiene todo mi agradecimiento y simpatía. Es un honor poder todavía convertir este tipo de intimidad en palabras. Ahí va, para compartir con vosotros mi entusiasmo por este proyecto, porque, como dice su título, no hay más verso que la piel.


GEOGRAFÍA E HISTORIA´

¿Hasta dónde me lleva el privilegio
de narrar la verdad de las verdades
que supone lo honesto de un desnudo?

Una historia resuelta en lo perfecto
de la línea que cuenta con mostrarse;
contundente respuesta a mi pregunta.

Geografía de lírica constante
que destila su métrica expandida,
entonando canciones con el ritmo
de la forma que rige su silueta.

De esta forma la escala de su cuerpo
es la el mapa que traza los relatos
y reescribe lo cierto y la belleza.

Un verano contado en una piel
con el aire del mar en su blancura
y a tierra y el tiempo entre sus poros.

Geografía e historia resumidas
se despliega y despeja interrogantes.

jueves, 30 de abril de 2015

ESPECTRO LUMÍNICO




Aquí os dejo otra muestra de mi poemario de desnudos. Gracias, como siempre, a la modelo que se prestó para este momento único de creación.

ESPECTRO LUMÍNICO

Al momento su pronta desnudez
es la cálida luz del mediodía
que trasluce los poros del ambiente
y seduce las notas de los días.

La figura concreta que transmite
una calma silente de belleza
y convierte la curva en el espectro
de colores que tiñen las estrofas.

Una gama cromática en un cuerpo
que deviene en luz blanca y en milagro
e ilumina el ambiente con palabras.

Y en su firme secreto despojado
de aderezos y telas que los cubran
las verdades que irradia su presencia
se repliegan sin miedo a los matices.

Arcoíris de piel que aportan vida
concretando la voz del negativo
cual si fuese el calor que redefine
aluros que concretan cada curva.

martes, 28 de abril de 2015

CUENTA TU HISTORIA, AMIGO

Cuenta tu historia, amigo, y que sea verdad. Hace años alguien me dijo que tenía que escribir sobre lo que conozco, y eso procuro hacer. No se trata de detallar hechos reales, que también puede ser, sino de la verdad, esa verdad que convierte cualquier historia en verosímil, así esté situada en tu barrio como en el planeta más lejano de la galaxia. Los personajes han de ser creíbles, se podría decir también de esta forma.
Cuando no sepas qué contar mira a tu alrededor: la vida está llena de buenas historias, cada trayectoria vital es un relato, algo digno de ser contado, porque abarca el mundo. La vida en sí es algo tan profundo que ninguna novela puede abarcarla, pero sí entrar en ella, profundizar, contar lo que se pueda rezando por salir imdemne del compromiso. Cuenta tu historia e intenta que esta no te destruya.
Durante toda mi vida, siempre que dije que escribía, alguien afirmaba taxativamente que si me contase su vida podría escribir una novela. Respeto su convicción, por qué no, pero es que pienso que cualquier vida daría para una novela, el caso es saber contarla. Lo que distingue una vida de un relato literario es la forma de contarla, y hay miles de formas. Uno quisiera contar historias de género, con guerreros luchando por el destino de mundos fantásticos o con la última nave de una flota estelar destruída por una extraña amenaza, y lo haré algún día, vaya si lo haré, pero mientras voy contando trozos de vidas posibles, cotidianas, porque es el material, al fin y al cabo, con el que se construyen las historias. Cuento mi vida, robo episodios ajenos, los manipulo como me da la gana e intento crear un universo creíble a partir de lo cercano. Contarás un asesinato, pero el soplón se parecerá a ese yonki que te encuentras cada día pidiéndote unas monedas, y el policía será un señor igual a tantos señores con los que te has cruzado a lo largo de los años.
La literatura se compone, al fin, de tipos humanos, y no es tan fácil abstraerse de los que han acompañado nuestra existencia. Así que cuenta tu historia, la historia que quieras, pero llénala de verdad, pisa la calle y descríbela, porque nada es tan ficcionable como la realidad.

jueves, 23 de abril de 2015

DÍA DEL LIBRO Y TAL

Hoy es el día del libro, así que quiero aprovechar la fecha para felicitar a todos los libros, esos que esperan en nuestras estanterías a ser leídos y los que ya forman parte de nuestro acervo de lecturas. Felicidades, de verdad. En Cataluña regalarán rosas y libros, lo cual es precioso, y en todas partes habrá alguna exposición, recital o algo, lo que sea... y el treinta y siete por ciento de la población española seguirá sin leer.
Hoy es el día en el que he leído la siguiente noticia en El País: "Lorca fue asesinado tras 'haber confesado' según la policía". ¿Confesado qué?, pues su crimen, según un informe posterior, de 1963, que no especifica mucho. Se le acusaba de masón y socialista, vaya por Dios, y de prácticas homosexuales y aberrantes; si es que había que matarlo. Así que una banda de ignorantes, de asesinos infames, secuestran a uno de los más grandes escritores que ha dado no ya nuestro pais (que querían convertir en el suyo) sino la literatura en general y lo "juzgan" sumariamente por acostarse con quien le apetece y por pensar como una buena parte de la población española. El resultado es que lo matan y lo entierran en una fosa para que no lo vuelva a encontrar nadie. Y esa gente creía estar salvándonos de algo. ¿De qué, de Poeta en Nueva York? Dudo que entendiesen siquiera el Romancero gitano, que tampoco es tan difícil.
Perdón por haberme levantado un poco Pérez Reverte, y que me perdone él por este comentario, pero es que encendí el ordenador con el ánimo firme de escribir una entrada sobre este día señalado y me encontré con este artículo que es testimonio de la infamia. Siempre que hay dictaduras mueren escritores, también otros artistas, o profesores, o gente sin estudios que piensa de otra forma. El caso es que hoy, que se conmemoran las muertes de Cervantes y Shakespeare, aunque ninguno de los dos muriese este día, me da por pensar que cada vez que se mata a un escritor se cercena una parte de nuestra humanidad, del hecho cultural que nos diferencia de los animales.
Pero bueno, hoy, de todos modos, sigue siendo día del libro, así que, a pesar de Lorca y Miguel Hernández, a pesar de Pedro Muñoz Seca, de Reinaldo Arenas (también en Cuba les pareció mal lo de ser homosexual), de Solzhenitsyn siendo expulsado de la Unión Soviética... a pesar de todas las víctimas literarias de la intolerancia y el pensamiento cerril, felicidades a todos los libros porque ellos siguen siendo testigo latente de tanta vida, de tantos sueños.
Así que, en conclusión, hoy voy a dedicar el tiempo libre que tenga a leer la Crónica del rey pasmado, de Torrente, porque sí, porque creo que lo mejor es celebrarlo leyendo buenos libros. Y confiaré en que, al menos en esta pequeña parcela primermundista (por ahora) en la que vivo, nadie me va a matar por escribir. También porque me lee tan poca gente que ya sería mala suerte. Felicidades también a todos los lectores, porque ellos heredarán el reino de las letras... y de paso pensamiento crítico, que no está nada mal.

 

jueves, 16 de abril de 2015

ESCAPARATE NECRÓFILO

Me da un poco de vergüenza escribir sobre las muertes de Galeano y Grass porque no los he leído. Ya he dicho aquí algunas veces que soy un lector disperso y desordenado y a ambos los tengo en mi archivo de pendientes. Ahora los escaparates de las librerías se llenan de libros de ambos, como si se tratase de monumentos funerarios a las letras perdidas, a todas esas palabras que ya no van a escribir. Las librerías están condenadas, en su lucha por la supervivencia, a vivir de la necrofilia lectora, además de los receptores de grandes premios como el Cervantes o el Nobel. La literatura nace con vocación de eternidad, pero el mercado literario vive muchas veces de la inmediatez, como cualquier mercado.
En el escaparate de la antigua librería Michelena, legendaria ya en la memoria de los bibliómanos pontevedreses, había una pegatina en la que rezaba: "esta librería tiene libros para siempre", manifestando así su vocación de verdaderos libreros, que sabían que un la vida de un libro transcurre a veces lenta, parsimoniosa, pero incansable si de sus páginas nace eso que convierte la literatura en arte. Entrabas en aquel templo librero y podías respirar tinta, historias y estilo. Un buen librero es como ese carnicero que puede contarte la biografía de la ternera que estás comprando, y su árbol genealógico hasta la quinta generación. Alguien que sabe lo que vende y, es más, que no sólo vende, sino que con cada transacción te trasmite un legado, un esfuerzo por agrandar la huella humana en esta pequeña piedra espacial que habitamos. Un buen librero es un suicida, un valiente que se lanza a pecho descubierto al campo de batalla del capitalismo con algo virtualmente innecesario, aparentemente prescindible para nuestra existencia como especie, pero con el conocimiento secreto de que en sus anaqueles alberga algo que nos desfine como tal. Cuando curioseo las secciones de libros de las grandes superficies no encuentro el alma por ninguna parte, a pesar de mi habitual defensa de los bestsellers; sus estanterías se llenan de libros en formato grande con vocación efímera, de impacto económico inmediato, y nadie allí ha de explicarte que tal autor escribe mejor o peor. Los libros se venden como carne envasada al vacío, con fecha de caducidad.
Tanto Galeano como Grass fueron, a su modo, aspectos de la conciencia humana. El primero dando voz a tantos afónicos del mundo - afónicos  porque nadie quiso nunca escuchar sus gritos - y el segundo contando un horror que él vivió en primera persona, embutido en el uniforme de los que lo crearon. Cuando un escritor honesto muere el alma de la humanidad se queda un poco huérfana y sus libros pasan a venderse más porque a todos los aficionados a las letras nos queda la mala conciencia de no haberlos leído lo bastante en vida. Así mismo, cuando una librería cierra es como cuando cierran esa taberna a la que tu padre te llevaba de pequeño, es como si te cercenasen la existencia.

martes, 14 de abril de 2015

ESO QUE ESCRIBIR TE DA

Eso que escribir te da, esa especie de intangible mezclado con la angustia que produce no saber si habrá una frase siguiente, esa especie de bálsamo para los malos momentos y de canalización de los buenos. Escribir como remedio para todo, como forma de ordenar las ideas o de crear tu propio mundo. Ante el texto eres el demiurgo de cuantos materiales alberga la vida, la tuya y la de los demás como seres sociales que somos. Escribir, desde un diario hasta un poema épico de seis mil hexámetros; redactar para huir de todas las preguntas sin respuesta que plantea la vida, para sobrevivir en este mundo a veces tan hostil.
Si sobrevives, amigo, a la hoja en blanco, a ese páramo compuesto por nada - ese archivo que, no puedes olvidarlo, abriste el otro día en el escritorio para que te señale acusador si no lo llenas con palabras - algo empieza a nacer al mundo desde dentro de ti. Eso es impagable. Contar sílabas para olvidar los problemas, articular la amalgama de argumento y personajes para gritar cosas a la gente entre el sutil susurro del teclado o del bolígrafo. 
Escribir también da problemas: como el ya mencionado miedo. No existe el concepto de desarrollo por acumulación, y cada vez que acabas algo, por bueno que sea, nada te garantiza que lo siguiente vaya a valer más que el papel en el que está impreso. Es una lucha constante, titánica, pero también algo que escoges, a lo que nadie te obliga, una forma de ver el mundo, de reconstruirlo en tu cabeza, de dotarlo de una forma comprensible ante la perplejidad de la vida. Si lo has decicido, si esta es definitivamente tu forma de estar en el mundo, ya no hay vuelta atrás, sólo las palabras supondrán la redención necesaria, solamente a través de ellas podrás alcanzar algún día una improbable conclusión.
Escribir no es fácil, pero no veo otra forma de hacer las cosas, de comprenderlas.

miércoles, 8 de abril de 2015

PEQUEÑA ELEGÍA

Un día me prestó el Viaje al final de la noche, de Céline, y también me habló de Michoux, y se pasó un mes releyendo El señor de los anillos porque sí,  porque le daba la gana. Con él aprendí cosas que ya sabía y cosas que no, y entre las primeras está el hecho de que hay que leer lo que te da la gana, que no pasa nada si algo es un coñazo (él lo hubiese dicho así). Y además escribía, y por momentos escribía bien de verdad. Fue, además uno de los primeros compradores - y lectores - de esa novelita que yo había publicado. 
Ocurre a veces que alguien se muere prácticamente solo, vencido por la vida, y te vienen a la memoria mil conversaciones en la barra del bar en el que trabajé tantos años. No podía evitar un resentimiento fruto de sus matrimonios frustrados, pero en nuestras conversaciones siempre había literatura o, en su defecto, intrahistoria de esta Pontevedra que siempre he intentado retratar cuando escribo en esta literatura de costumbres que tanto me gusta - o me gustaba - practicar. Sé que en los últimos años había intentado volver a escribir, y asumía que había perdido la mano por la falta de práctica. Era un personaje potencial para que escribiese de él, cosa que nunca le hubiese gustado, pero sobre todo era una persona, un amigo, y también un habitante más de este universo de bares que un día soñé con contar. Sobrevivió a los terribles ochenta en Pontevedra, pero no sobrevivió a sí mismo, a ese afán por beberse y fumarse la vida. La mitad del día era maestro de escuela y la otra mitad un alma autodestructiva digna de un poema, de un relato triste y emotivo al mismo tiempo. 
Era el maestro, como todo el mundo lo llamaba, por oficio más que otra cosa, y así me gusta recordarlo. Cerveza tras cerveza me contaba, a lo mejor, que le había gustado La sombra del viento a pesar de su estilo de bestseller, o que Volverás a región era un soberano aburrimiento, opinión que comparto.
No hubo esquela en el periódico, nadie leyó unos versos suyos en el momento en el que lo incineraron, y su memoria se perderá en esta ciudad - por llamarla de alguna forma - en la que el tiempo pasa sin piedad y una generación entera se está diluyendo. Dice Sabina: "si lo que quieres es vivir cien años, no vivas como vivo yo", y eso parecía decir él cada tarde que compartimos quemando bares como bohemios de libro. Él había leído mucho y nunca escribió lo suficiente. El mundo nos da compañeros de viaje, unos permanentes, otros que arden como cerillas. No llegó a jubilarse como soñaba, pero creo que su vida se merece al menos una página, porque no hay vida que, si es vivida, no sea digna de unas palabras, de un párrafo, de un libro como aquellos de los que hablábamos.
Me tomaré una cerveza, o diez, en su honor, y tal vez vuelva a leer a Céline. En todo caso recordaré a Juan, consciente de que, en cierto modo, hace tiempo que me despedí de él, tal vez entre una y otra cajetilla de aquellas que fumaba hasta amarillear los dedos y quemarse el pulmón como al fin hizo. Adiós, Juan, escríbenos desde ese más allá en el que no creías.    

miércoles, 25 de marzo de 2015

LITERATURA Y CINE. ADAPTACIONES VARIAS (II)

He aquí tres nuevos comentarios sobre adaptaciones cinematográficas de novelas, lo cual justifica el (I) del título de la anterior entrada dedicada a este tema. Buscando obras que comentar me he dado cuenta de que no tantas veces se ha dado en mi vida la coincidencia de haber leído el libro y visto la película, cosas de ser un lector desordenado.


LA NARANJA MECÁNICA

-Novela: Anthony Burgess, 1962.
-Película: Stanley Kubrick, 1971.

Con Kubrick hemos topado, con todo lo que eso conlleva. La novela de Burgess no es un libro del todo fácil: muy violento y escrito en una peculiar jerga de influencias rusas de la que, finalmente, el autor aceptó incluír un glosario. El propio Anthony Burgess afirmaba que, según se leyese, era un curso de ruso. He de decir que a mí me gustó mucho, y que lo leí muchos años antes de ver la película porque eran tiempos en los que no tenía dinero para videoclubs y el acceso a internet era cosa de las películas. En 1971 nuestro querido Stanley rueda una versión magnífica, con una estética peculiar y su sempiterno perfeccionismo. Este film estuvo rodeado de polémica, pues tras una serie de hechos violentos acaecidos en Gran Bretaña protagonizados por jóvenes que se decían influenciados por la película, el propio director consiguió que la película se prohibiese en este país; no se pudo ver hasta después de su muerte.
Como todo lo que rodea a Kubrick, no deja indiferente a nadie: el novelista lo acusó de malinterpretar su obra y llegó a arrepentirse de haberla escrito. Yo la considero una gran película (vamos, yo y la crítica entendida, para qué negarlo).



PETER PAN

-Novela: J. M. Barrie, 1911.
-Películas: Disney, 1953, Steven Spielberg, 1991, Hook, el capitán Garfio.

Aquí hay varias cuestiones: en realidad Peter Pan era una obra de teatro de 1904 que devino en libro para niños. De las dos películas que menciono, sólo la de Disney es una adaptación, la de Spielberg es una recreación del mito, pero vayamos por partes.
Disney mantiene la magia del niño que se niega a crecer, con ese "algo" tan especial que poseen los largometrajes del Disney más clásico. Sin embargo, hay cierta profundidad en el libro de Barrie que, en mi opinión, se diluye un poco en la película. El pirata da miedo realmente, y la determinación final de Peter Pan cuando quiere acabar con él, con ese tic tac obsesivo del reloj, que en su día se había tragado el cocodrilo junto con la mano del pirata, susurrado por el protagonista le da un aire "adulto" que no encuentro en la cinta animada. Sin embargo, es una buena, muy buena, adaptación.
En el caso de la película rodada por Spielberg, se trata del regreso de un Peter Pan ya adulto, que yo quería mencionar porque casi se me saltan las lágrimas por aquello del fin de la infancia. Lo dicho: no es una adaptación en si misma, pero vale la pena verla.

LOLITA

Novela:Vladimir Navokov, 1955
Película: Stanley Kubrick, 1962.

El morbo hecho historia, en teoría, de tal forma que se denominan Lolitas a las chicas muy jóvenes con componente erótico. Ya hay que ser bueno para introducir un término en el lenguaje de esta forma.
En la novela de Navokov está todo lo malo de esta relación. Un hombre de edad madura se enamora de su hijastra de doce años, cuando su mujer lo descubre huye de casa y muere asesinada. El periplo del protagonista con la niña a lo largo de Estados Unidos está lleno de amargura y de pasión morbosa, casi criminal (o sin casi¨). Un relato sobre el amor pederasta y una novela genial en todos los sentidos.
En la adaptación cinematográfica, a cargo del maestro Kubrick, la censura impuso una actriz de catorce que apartentaba diecisiete, que ya podía resultar morbosa per se, lo cual le resta algo de ese aire enfermizo que destilaba la narración del autor ruso-americano. La película es magnífica, pero infinitamente menos malvada que la novela.

 

jueves, 5 de marzo de 2015

TREINTA Y SIETE POR CIENTO

Hace ya bastantes años trabajé en una cuadrilla de incendios, en el que fue uno de mis mejores empleos por aquello del aire libre. Como pasábamos un buen número de horas limitándonos a la vigilancia, yo siempre llevaba material de lectura, cuando no apuntes de la carrera (dichosos apuntes de fonética histórica, que viajé con ellos a todas partes). Uno de aquellos días, en el que, lo recuerdo, estaba leyendo La escala de los mapas, de Belén Gopegui (por cierto, muy recomendable), un compañero de trabajo que no se caracterizaba precisamente por su pasión lectora me dijo algo significativo: "aínda vas quedar parvo de tanto ler". No voy a incidir en su idiosincrasia, pues responde a un contexto cultural determinado y todos somos fruto del ambiente, sino en esa realidad de nuestro país.
Pues bien, yo, aun a riesgo de ser un Quijano moderno, leo todo lo que puedo. Igual tengo un acervo literario normalito, pero intento aumentarlo en la medida de lo que puedo. Tampoco es esto de lo que quería hablar, que uno no está aquí para presumir, aunque el blog sea mío. Quería mencionar ese treinta y siete por cierto de la población que no lee nunca un libro, que es, así con mano amplia, casi la mitad de la gente que vive en este país, o poco más de un tercio si nos atenemos al optimismo estadístico.
No sé quién decía aquello de que leer nos da la oportunidad de vivir más de una vida, afirmación que comparto sin reservas. Leer es como soñar despierto, solo que de forma organizada. Y toda esa gente que no lee se lo pierde. Que puede ser que vean mucho cine o escuchen mucha música, no pretendo ser elitista, pero no, no leen, no abren un libro con la expectativa de lo que va a pasar ni se sumergen en un universo construído con palabras, que es la quintaesencia de este homolocuens que hemos conformado al cabo de enones de evolución. Esto a mí, que me rompo la cabeza por ordenar una frase después de otra, por construír pequeños fragmentos de vida sobre el papel, me afecta, por qué no decirlo.
En otra ocasión, un conocido mío presumió ante mí de no haber leído nunca un libro. Puedo entender que no lo haya hecho, pero es como presumir de no haberse acostado nunca con nadie o de no haber escuchado nunca una canción; es, como le dije sin pensarlo, una especie de pobreza. Porque puede ser que no te hayan educado en un hábito lector, y eso lo respeto, como dije antes, pero no lo veo yo un motivo para presumir.
No quiero ser trágico, pero hay una industria editorial, una cantidad ingente de escritores ahora que las tasas de alfabetización llegaron a su punto álgido, y todo eso está construído en un país en el que más de un tercio pasa olímpicamente de hacerles caso. Héroes es lo que son, sí señor. No me gustaría hacer el típico artículo sobre el funesto futuro del mundo editorial (empiezo a tener la impresión de que con este artículo intento no hacer demasiadas cosas) sino reflexionar sobre la falta de interés que esa parte fundamental de nuestra concepción como civilización suscita en tanta gente. Es que, joder, un treinta y siete por ciento es muchísima gente.
Yo soy pobre y no compro libros si no es en el rastro. Acudo a bibliotecas, los pido prestados... si de mí depende la mentada industria editorial poco tiene que hacer, pero vivo todas esas vidas que otros han construído para mí. Y, aunque lo siento como parte de mi oficio, disfruto con ello. Defiendo tanto los bestsellers porque opino que cada lector tiene sus lecturas, independientemente del grado de exigencia literario. Algo falla en nuestro sistema educativo si, a pesar de obligar a leer a los alumnos, no somos capaces de atraerlos a la lectura como un pasatiempo, como un placer, como el acceso a un mundo ilimitado. De chaval disfruté mucho, pero mucho, leyendo El corsario negro, asaltando Maracaibo con una legión de piratas, y eso que ya tenía televisión, video, una videoconsola con más de cuarenta juegos distintos... todos estos estímulos que, salvo Internet, tiene un niño actual. No sé, igual sus padres no les leyeron cuentos de pequeños, igual lo ven como una obligación a la que los somenten los profesores, pero si no les trasmitimos que leer es placer, es riqueza, es disfrute, seguiremos igual que la sensación que a veces tengo con este blog, escribiendo para nadie.

viernes, 27 de febrero de 2015

LECTURA DIFÍCIL, DIGESTIÓN LENTA

Y ahora lo contrario: después de haber defendido ayer a capa y espada los libros fáciles, accesibles, divertidos y bien escritos como La sombra del viento, hoy voy a hablar de lo contrario. Quiero reflexionar acerca del reto, de lo difícil, de esos volúmenes que te desafían desde la primera página, sin concesiones. Quizás es porque, como dije, estoy leyendo La hoguera de las vanidades, tal vez porque como estoy hiperactivo sufro de logorrea literaria. Por lo que sea, pero hoy toca este tema.
No es que me gusten los libros que son difíciles porque sí, de hecho creo que hay que distinguir entre el aparato literario complejo y elaborado de la "paja mental" de un escritor que es inaccesible porque quiere serlo, que también hay mucho de eso. No se trata de enrevesar las cosas porque sí, sino de trabajar duro, de ser consciente de que la literatura es una materia multiforme que admite infinidad de formatos, como las distintas opciones de lectura de Rayuela, el capítulo central en un solo párrafo de más de quinientas páginas de La saga/fuga de JB o la reiteración de contenidos e incluso de frases de Mazurca para dos muertos. No tengo nada en contra del narrador onmisciente en pretérito imperfecto, pero hay muchas cosas más allá. En mis propios textos, me cuesta contenerme y asumir que a veces hay que asumir un tono "estándar" porque es lo más apropiado para la historia que quiero contar.
Decía Torrente Ballester que tardó diez años en pensar la forma adecuada para contar La saga fuga..., y es que a veces un relato requiere encontrar la voz para contarlo, pero no me detengo ahí. Se trata de ambición literaria. Se puede concebir una novela - y digo novela porque es el género más dado a eso - como una arquitectura compleja, una construcción con distintas estancias y estructuras. No hablo solamente de peripecias formales: un argumento complejo, pletórico de ideas y contenidos, que te haga pensar, por tópica que sea esta frase.
Cuando leí Submundo, de Don DeLillo, casi me desespero a lo largo del libro para poder acabarlo, pero avanzaba página a página como si se tratase de una misión porque había algo en aquel texto que me subyugaba, que me hacía sentirme importante (mira tú qué tontería) solamente por estar leyendo algo así. Un trabajo magnífico, lleno de historias y de Historia, con mayúscula, de una complejidad a veces apabullante. Un libro, en conclusión, muy difícil a mi entender, pero que se te queda en el cuerpo y la mente por mucho tiempo. A esto quería llegar con el concepto de digestión lenta, a esos libros que te vuelven a la mente con el tiempo, aquellos cuya lectura permanece en ti como una bomba de relojería. Hace muchísimos años que leí El guardián entre el centeno, libro en apariencia sencillo, y casi no me acuerdo de la historia que contaba, pero la sensación que me dejó continúa dentro de mí, como me ocurrió con la película La eternidad y un día, de Teo Angelopoulos.
 Hay libros que pueden costar, pero ante los que me siento desafiado, retado ante lo elaborado de su propuesta, y esto supone un estímulo literario, incluso vital. Cada uno de ellos supone un aprendizaje, un viaje accidentado por ese mundo de palabras que tanto amamos los que nos dedicamos a ello. Con ellos creces y te alimentas. Hay una habilidad especial en una historia ágil y bien contada, pero en este tipo de trabajos literarios hay talento, esfuerzo y ambición, como ya dije antes, y todos esos factores forman parte de mi forma de entender la literatura.

jueves, 26 de febrero de 2015

LECTURA FÁCIL, DIGESTIÓN RÁPIDA

Acabo de terminar de leer La sombra del viento, y, en un acto de coherencia con mi entrada Defensa del mero entretenimiento, publicada en este mismo blog, lo he disfrutado. Sus casi seiscientas páginas ocuparon cuatro días de mi vida, a pesar de que no me considero un lector especialmente rápido. Bien, ahora estoy inmerso en La conjura de los necios, con el mismo ritmo de lectura adquirido con Ruiz Zafón, pero con otro proceso mental. Hay algo en estos bestsellers que los convierten en libros de digestión rápida, amables de leer y con tendencia al enganche. Se leen fácil, se digieren fácil y a otra cosa. Es lo mismo que me pasó con La verdad sobre el caso Harry Quebert, volumen que me tuvo - lo confieso - enganchadísimo. Admiro muchísimo la cualidad que poseen algunos escritores para engancharte desde la primera línea hasta la última, para lo que les basta un estilo correcto y un argumento lleno de giros y claves que no te permiten dejarlo. Es una habilidad en sí misma, y, en realidad, los envidio un poco.
Suelo ser de lectura exigente; busco esos libros que suponen un reto al lector (sin pasarse, no estoy hablando del Ulises, pero sí de Yo, el supremo, de Roa Bastos). La de Zafón me parece una buena novela, en la que se recrea - supongo - con gran acierto esa Barcelona gris de la posguerra. Tiene una trama que, en torno a unos pocos y desgraciados personajes, se llena de sombras y susurros, de pasados que manchan el presente. Y, sobre, todo, está bien contada.
A veces apetece leer algo fácil y bien hecho, como no siempre se tienen ganas de cocinarse una perdiz a las finas hierbas con puré de castañas (no sé cómo se cocina eso). Algo de lo que uno pueda leer doscientas páginas antes de acostarse para después dormir con la trama metida en la cabeza. Sin embargo, una vez lo acabas es como cuando has comido comida china, a la media hora la digestión está hecha y puedes pasar a otra cosa. Supongo que me leeré también de un tirón las secuelas de esta novela, y que las disfrutaré también. 
Por momentos sueño con escribir algo así y forrarme de una puñetera vez, pero vivo inmerso en una pasión literaria que engloba a autores más exigentes en lo formal y en lo intelectual, la misma que me hace pelearme por la perfección en cada párrafo (hubo un momento en el que me descubrí a mí mismo contando las veces en las que aparece la palabra "sombra" en el relato). Sin embargo, y a pesar de haber invertido tantas horas de mi vida inmerso en el mundo de los juegos de rol, no tengo especial habilidad para las tramas adictivas. Esto es lo que más admiro de un escritor así. Por lo demás, me llega con que el estilo no chirríe, con que la honestidad del autor lo haya llevado a trabajarse el texto en la medida de sus posibilidades. En este caso concreto, está bien escrito, por qué no, en consonancia con el argumento. La voz del narrador me parece atractiva. Es, en definitiva, un buen trabajo. No siempre es necesario ser Don Delillo, a veces basta con querer contar una histora divertida y pasárselo bien haciéndolo. Después de todo, yo empecé a escribir porque quería contar historias.