Hay que matar a los cachorros de Bukowski, es cierto. Soy un gran admirador de Bukowski,
aunque no lo haya leído completo (creo que a no he leído la obra completa de
ningún autor salvo Juan Rulfo). Sin embargo creo que ha hecho un daño infinito
a un montón de potenciales escritores. El realismo sucio norteamericano (él, Carver,
Fante…) contiene una pulsión carnal, viva, que cuenta la vida tal como es en
sus aspectos más sórdidos o, simplemente, cotidianos. Para mí, el relato Un cuarenta y cinco para los gastos del mes
hace una perfecta radiografía de la desesperación económica. Asimismo,
Bukowski, que era un escritor incansable y bastante metódico, sobre todo en su
última etapa, destapa las miserias de la sociedad americana de su tiempo. Era
un gran lector, culto y conocedor de las literaturas europeas. Pero el
problema, desde luego, no es él.
En mi trayecto como escritor
amateur he conocido infinidad de aspirantes a la gloria literaria, muchos de
los cuales querían ser el nuevo Bukowski. Yo nunca he comprendido del todo eso
de ser el nuevo algo. Camilo José Cela decía que cuando todo huele de una
forma, la cuestión no está en oler más fuerte, sino en oler a otra cosa. Cierto
es que los caminos de cualquier manifestación artística, y la literatura es una
de las más antiguas, están trillados e innovar no es fácil; sin embargo, el
peligro de los autores que influyen en los más jóvenes es el contagio directo
en las maneras de hacer. Bukowski tiene las cualidades de la narrativa norteamericana
pero con más palabrotas, de lo que es mi concepción de la narrativa norteamericana.
Cuenta fácil, desarrolla personajes y situaciones de forma fluida, no desdeña
la belleza en la prosa y en el verso, pero todo ello salpicado de obscenidad y
provocación. Sin embargo, el problema, lo mismo pasa con los Beatniks, es toda
esa gente que piensa que es la única literatura que existe. A mí me hubiese
pasado también de no haber recorrido antes el bum de la narrativa
hispanoamericana. Cada uno es fruto de su bibliobiografía.
En conclusión, que nadie se fíe
de un escritor que aspire a ser como Bukowski, ni, en definitiva, de nadie que
aspire a ser como nadie. La búsqueda del
yo literario es una tarea compleja y no está libre de influencias. Pero hay que
saber sacudírselas de encima e ir encontrando el propio estilo. Después de
todo, la escritura no es más que una búsqueda que, en el mejor de los casos, no
concluye nunca.
De acuerdo, la escritura no es más que una búsqueda pero también puede ser el encuentro con nuestra alma.
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