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martes, 30 de octubre de 2018

LA MALDITA BROMA FOSTER WALLACE

     Este año se cumplen diez de la muerte de David Foster Wallace (1962-2008), aunque aquí no voy a hacer una elegía ni un panegírico. El otro día leí en Librotea, la página sobre libros menos apreciable que conozco, una lista de obras que nadie ha conseguido terminar de leer, en la que incluían, por supuesto, el Ulises de Joyce (algún día, James, algún día) y La broma infinita, del escritor que da título a la entrada que estás leyendo ahora. Es, casualmente, el libro que en estos momentos estoy intentando terminar. Concretamente, estoy en la página 582 de las 1208 que tiene, no vamos mal, pero voy entendiendo lo de infinita.
     He reflexionado en este blog más veces sobre los libros que te exigen, las novelas que te agarran por la solapa como si te dijesen, con mirada arrogante "no pienses que va a ser fácil"; aquellos de los que uno sale con la sensación de que es mejor lector, o escritor o persona o algo, pero desde luego no el mismo incauto que lo abrió por la primera página. Encuadraría en esta categoría La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester o Terra nostra de Carlos Fuentes, que comparten con la obra de Wallace la apariencia de querer encerrar toda la literatura en sus páginas. La ambición literaria, que no pecuniaria, hace de los grandes escritores tipos peligrosos para el orden de tu cerebro y las convenciones de los géneros. En el libro que estamos tratando, que a través de notas y más notas disgrega la narración y quiebra incluso la credibilidad del narrador onmisciente, hay que entrar cogiendo aire, con ganas de encontrar un argumento que tal vez exista y te ayude a componer el rompecabezas que el escritor nos propone. Es, además, una obra que se multiplica en infinitos contenidos; me recuerda, en cierto modo, a La vida, manual de instrucciones,  de Perec, aunque sin la excesiva profusión de narraciones que éste alberga.
     En una entrevista que en El País hicieron a Foster Wallace hace años, decía que no entendía que la gente lo considerase un libro divertido, pues él quería mostrar la tristeza del capitalismo. Es una sátira sin piedad alguna, ante la que no puedes evitar que se te escape por momentos una sonrisa malvada, incluso reírte. Está, además, fantásticamente escrita, dentro de lo que la traducción me deja intuir. Toda esta combinación de ambición literaria, mensaje ideológico y estilo la convierten en una novela única, un combate en toda regla con un texto profundo y complejo, que te puede dejar sin respiración.
    Si alguien quiere entrar en la obra de David Foster Wallace de una forma menos comprometedora le recomiendo que empiece por La escoba del sistema. Un libro tan desconcertante como entretenido, en el que ya podemos encontrarnos con su peculiar universo. Tendrás ganas de más, puedo asegurarlo.
     David Foster Wallace se suicidó en 2008, dejando una obra que lo sitúa a la altura de los grandes narradores norteamericanos del siglo XX. Yo sigo aquí, avanzando tortuosamente a través de su Broma. Cuando la haya terminado veré si tengo algo más que decir sobre ella, o más bien, porque de ello estoy seguro, si estoy a la altura para expresarlo.