viajar. 1. intr. Trasladarse
de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción.
Diccionario
de la Real Academia.
Ítaca te regaló un hermoso viaje,
Sin ella el camino no hubieras
emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte
Cavafis, Ítaca
Viajar son muchas cosas, el periplo
implica cambio, evolución, encuentro con otros y con uno mismo. Muchas de las
grandes obras de la historia de la literatura se apoyan en el viaje como pilar
narrativo: La odisea, La Eneida, El Qijote… incluso El señor
de los anillos. Decía Harvey Keitel en la película La mirada de Ulises (Theo Angelopoulos, 1995): “Cuando vuelva del
viaje volveré con los ojos de otro, y si tú me dices que soy otro te daré
pruebas de ello”. El viaje es una metáfora de la propia existencia, con su
comienzo y su final. Al final del poema
de Cavafis Ítaca nunca engaña porque uno ha vuelto rico en saber y en vida y
comprende ya qué significan las Ítacas. Desde el eterno regreso a casa de
Ulises hasta el viaje sin rumbo de En el
camino, de Kerouac, la ruta lo es todo, más que el destino. El lugar al que
se llega no es más que una parte del viaje. Caminar puede ser el principio de
la epopeya, como cuando los personajes de García Marquez fundan Macondo para no
tener que seguir caminando, o la epopeya misma, como en La Carretera, de Cormac Mccarthy. Bien mirado, podría decirse que
toda literatura es un viaje, geográfico o vital, a través del mundo o de uno
mismo.
Existe el que viaja y el que espera, el que se
queda mirando el horizonte esperando un regreso como Penélope y el que se
atreve a buscar el horizonte con la incertidumbre como mapa. Ambos casos
implican decisión y pérdida. En el caso de viajar también hay ganancia, aunque
sea el aprendizaje de la ruta. A mí me gustan los libros de viajes iniciáticos,
aunque sea el mínimo periplo del protagonista de El guardián entre el centeno, de Salinger o la ruta vital de Viaje al final de la noche, de Céline.
También me enamoré del camino sin tino alguno que emprenden Lolita y su maduro
amante en la obra de Nabokov; traumático, duro y hasta triste.
Yo, que sólo viajo de vez en cuando,
si el presupuesto me lo permite. He emprendido durante toda mi vida un viaje a
través de las letras, también sin destino determinado. En esta extraña
geografía uno encuentra toda clase de compañeros de viaje y de paradas. Sé que
no es lo mismo, un día un compañero de trabajo me dijo, con mucha razón, que
los kilómetros son cultura. Este es mi pequeño homenaje a tres personas
especiales – dos pilares de mi trayectoria vital y un gran descubrimiento – que
se marcharon ayer sin billete de vuelta. Nos volveremos a encontrar en
cualquier sitio del mundo porque, como escribí en un poema (y ahora, sí, me
cito a mí mismo) la distancia es una trampa de la mente.
Nuestra vida es un viaje continuo, desde que salidos del vientre de nuestras madres hasta el aliento final, viajamos fisicamente o con la mente a veces tropezamos con piedras pero mismo así no nos importa y no paramos.
ResponderEliminar<3 <3 <3 <3 <3 <3 <3
ResponderEliminarGracias Xiana, sabía que te darías cuenta de que también iba por ti (ese gran descubrimiento). Espero volver a verte.
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