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sábado, 6 de julio de 2013

ANTE EL CINCUENTA ANIVERSARIO DE RAYUELA

Nota: se puede leer este artículo todo seguido, corto como es, y prescindir de los párrafos numerados del final sin ningún cargo de conciencia, o saltar a ellos cuando se indique y luego continuar por donde se había dejado el texto. 


   Cuando siendo un adolescente iba aprendiendo sobre literatura a salto de mata en un magnífico taller de escritura llevado de un modo informal por escritores aficionados que me triplicaban la edad (Yolanda Navarro, magnífica poeta entre ellos), llegaba a mis oídos continuamente el nombre de Cortázar. Sin embargo, no llegué a él hasta un poco más tarde, después de un desordenado periplo por la narrativa hispanoamericana que había empezado con Cien años de soledad. De repente, con Historias de cronopios y de famas se abría un mundo nuevo, frase tópica donde las haya, una forma distinta de estirar y encoger el lenguaje, de contar las cosas (párrafo 1). Así, mi admiración por Cortázar se hizo definitiva con Rayuela.
    Todo ese juego del escondite entre el narrador y la Maga me fascinó, así como los capítulos prescindibles y el orden alternativo de la narración, que me recordaba a los libros de elige tu propia aventura que leía de niño. Me encontraba con un libro que me arrojaba a la cara todos mis conceptos sobre el orden narrativo. Además, os cuento un secreto, Cortázar escribió siempre como a mí me hubiese gustado escribir. Como ya he dicho con anterioridad, soy un lector bastante desordenado, así que me faltan bastantes libros de este autor por leer (párrafo 2), así como de muchos otros que me gustan, pero con las páginas que han caído en mis manos es suficiente para dar lugar a una admiración incondicional. Rayuela me dio París como ningún libro me lo ha dado antes, así como las ganas de fumar gauloises y hablar de literatura. En la única novela que escribí por el momento, hay un capítulo en el que debaten acerca de la expresión literaria y la pictórica, que hice en homenaje al debate literario que alberga uno de los capítulos del libro cincuentenario (párrafo 3).
      Las grandes novelas resisten el paso del tiempo, y Rayuela lo hace, enseñándonos que no hace falta contar una gran historia para escribir un gran libro, sino solo escribir un gran libro. Cada palabra de Cortázar vale su peso en lentras, en historia de la literatura (párrafo 4), y espero que sigamos leyéndolo.


      1.-Contar como si no se contase, escribir cual si pensase en varios idiomas a la vez, coger las palabras y tratarlas como juguetes. Me susurra la Maga que no lo intente, que hable de Julio sin más, que su modo de pintar con el lenguaje es inimitable... yo no sé si continuar con esta entrada y vomitar un conejito.

     2.- Instrucciones para escribir una entrada sobre literatura: sitúese delante del ordenador con aire circunspecto. Ponga los dedos sobre el teclado en posición de clase de mecanografía. Teclee lentamente, mascando cada palabra como si fuese chicle. No olvide citar a sus autores de cabecera, y procure que sean cultos. Cuando el artículo esté acabado, tomar el ratón con las manos, suavemente, y dirigir el cursor al icono publicar...

     3.-Dicen que Cortázar no murió, que habita una fina línea a dos metros del horizonte, acompañado por cronopios que le mecanografían los textos.

     4.- Una fama me dijo que lo que la Maga insinúa es cierto, que este atículo es un pedante intento de homenajear a Cortázar y a sus juegos literarios, pero es que yo fui siempre muy juguetón.