CAPÍTULO 2
ON THE ROAD
Guest starring: Pau Vadell,
Mallorca. Traficant culturall.
El
segundo día en el festival fue un día de carretera, de coches, de nuestro
microbus particular, guiado por Juan, en el que ahondamos en la comunicación
entre los integrantes de la comitiva (siempre quise escribir esta palabra).
Debido a la insistencia de Biel, me había levantado hipertemprano y me dediqué
a pasear solo por el pueblo de Sant Jordi hasta que el resto de la gente abrió los ojos. En la posesió nos ofrecieron un
desayuno de los de verdad, y de ahí a la carretera… a confundirnos de camino.
Algo hubo de cruce de informaciones que cogimos el camino hacia Búger en lugar
de ir a Palma. Casi al llegar, mientras Christian Sinicco y yo hablábamos sobre
las vicisitudes del Inter de Milán – conversación poética como Dios manda -
alguien se dio cuenta.
Debido
a esta confusión llegamos tarde a la rueda de prensa, típica exposición a las
autoridades competentes y a la prensa, con discursos y demás. Tuvo lugar en los
jardines del centro cultural La
Misericòrdia, construido inicialmente para acoger indigentes;
ateniéndonos a la historia, se trata de un sitio perfecto para los poetas,
seres próximos a esa desgraciada circunstancia vital que es la indigencia. En
estos actos yo me siento un poco como un niño travieso con ganas de hacer
pedorretas; pero me contuve y mantuve el tipo como si estuviese curtido en mil
como esas, será que me hago mayor.
Tras
el evento formal, por fin nos subimos a nuestro poetamóvil, camino a Búger, a la fundación ACA, donde grabaron
nuestras voces recitando versos para la posteridad, con la asistencia técnica
del Alma Mater de la fundación, que se parecía curiosamente a Gandalf. Después
nos invitaron a un arroz brut, viva la gastronomía mallorquina. Volvimos de
nuevo al bus con el sopor de la digestión que dan las comidas contundentes y
picantes regadas por vino, encarando una empinadísima cuesta que no servía de
mucha ayuda.
En
el bus nació algo, en verdad lo pienso. En el bus Antoni Marí, Dionisio Cañas,
Roger Pelaez y yo nos hicimos amigos. Antoni tiene ironía isleña, lo que para
un gallego es lo más parecido a la retranca, así que interiormente me di cuenta
de que nos íbamos a llevar bien. En el largo camino hacia Santanyi estrechamos
lazos mientras Lucía Pietrelli se callaba sonriente, escuchando el intercambio
de chistes, puñales y canciones, y los demás dormían una digestiva siesta.
Realmente, creo que la hermandad del festival nació en ese bus. Así, en el
pueblo, en el recital que dimos en la fundación Blai Bonet, ya no éramos los
mismos, como decía Neruda en sus versos más tristes (toma cita adolescente).
El
de la fundación fue un recital íntimo, con poca gente, en una sala pequeña, con
posterior degustación de vinos, que es como me gustan los recitales. Además,
era como meternos en materia, recitando por fin para gente que no éramos
nosotros. También me sirvió para conocer a Blai Bonet, acorde con esta
desinformación que tenemos sobre los escritores en las otras lenguas
peninsulares.
Como
siempre, Biel Mesquida, en su papel de comandante, nos impuso la prisa y nos
tuvimos que volver en el bus para poder cenar en el hotel, como personas
formales. Creo que fue en ese hotel, el Jaime III, cuando volvía de tomar algo
con Pau Vadell, Lucía Pietrelli y Roger Pelàez (si la memoria me falla, que me
disculpen los que estuviesen), cuando me di cuenta de verdad de que estaba
allí. Bebiendo un Gintónic con Antoni Marí, con Maria Jesús – la encargada del
hotel – y dos señores más de los que no recuerdo el nombre. Dejando que pasase
el tiempo, robándole horas al sueño mecido por la ginebra, solamente con la
intención de agarrar cada minuto con la punta de los dedos e imprimirlo en el
papel de los recuerdos.
Hola Rodrigo, muy bueno, como todo lo que escribías. Un saludo desde Vigo. Besos
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