CÁRCEL, L’OFF, OFF
FESTIVAL, CATACLÌSTICS DISPERSÒNICS
El penúltimo
día del festival transcurrió a un ritmo distinto, tal vez porque era el más
peculiar o porque yo quería aprehender cada momento que estaba viviendo en
Mallorca. Fue el día del recital en la cárcel, el día de los gintonics y el del
evento cataclístico, pero vayamos por orden.
Biel
Mesquida siempre nos explicaba, de inicio, el plan para cada día. En nuestro
“horario laboral” figuraba, para la mañana, un recital en la cárcel de Palma.
Aquel fue el último viaje del poetamóvil.
Tuvimos que esperar un buen rato en la puerta, y a cada control que íbamos
pasando, con cada puerta que se abría para cerrarse a nuestro paso, aumentaba
esa solemnidad opresiva, esa carga de vidas truncadas que parecía enrarecer el
ambiente. En el salón de actos, un montón de “usuarios” del centro aguardaban
por nosotros. Entre la canción de Roger y la glosa de Mateu, el público
carcelario empalizó con el heterogéneo colectivo que formábamos los nómadas
poéticos. Tengo que confesar que nunca me había puesto tan nervioso en un
recital, quizás por la emoción que nos trasmitió a todos el evento. Se notaba
el interés, el agradecimiento por variar un ápice su rutina diaria. Ese
agradecimiento lo expresaron verbalmente al final del recital. Yo creo que
éramos diferentes tras aquel momento. He de apuntar, por cierto, que tanto
Christian Sinicco como Carol Warren me indicaron que las cárceles de sus países
eran bastante más precarias. Ya sabían los políticos que las construyeron que
tenían grandes posibilidades de acabar dentro de ellas.
Después
tuvimos, en palabras de Biel, un rato de libertad vigilada. Comida y
posteriores gintonics con Lucia Pietrelli, Gloria Juliá, Pau Vadell, Mateu Xurí
y Maribel, mientras hacíamos tiempo para los actos de la tarde. Workshop de
María Jesús y exposición de Rafael Joan, un pintor muy querido en la isla, al
que se hacía un acto de justicia con una retrospectiva en Els Baluard. Estos
dos eventos me los perdí porque yo soy, ante todo, un cataclìstic.
Resulta
que antes del festival estaban, en mi pequeño universo personal, mi amigo Pedro
Oliver, el responsable del diseño de los logotipos y la antología del festival
y unas cuantas cosas más que lo dotan de su particular identidad estética. A
través de él me puse en contacto con el colectivo Cataclìstics Dispersònics;
además, durante años, me llegaban a mi rincón en el noroeste las antologías de
anteriores festivales, con lo que el eco del evento mallorquín se reproducía en
Galicia.
Nueve años
llevan ya (yo llevo unos cuantos menos) realizando su particular
fanzine-happening en bienales y festivales. De hecho, que me corrijan si me
equivoco, nacieron con este festival. Este colectivo engloba a artistas en su
mayoría del Levante, pero hay una conexión gallega de la que a mí me han
concedido el privilegio de formar parte. Un fanzine nuevo en cada ocasión, una
intervención sobre el mismo en vivo y en directo, una fiesta con gran
componente artístico… después de todo, uno de los lemas de los Cataclìstics es
que nunca están todos los que son pero siempre son todos los que están.
A
media tarde, algo nublado por los gintónics de la tarde, me dirigí al Cabaret
Galactic para ayudar en lo que pudiese en la intervención del fanzine. Estaban
Pedro y Susi, de Palma, Óscar y Salvia, de Valencia… y más, por supuesto. Allí
pasamos la tarde, convirtiendo cada fanzine en una obra única. Todos iguales pero todos diferentes. Después,
la cena y la posterior fiesta cataclística en el mencionado Cabaret.
La fiesta
consistió en el off festival, dado que carecía de financiación oficial. Off,
l’off, setze, sexe… eran los lemas del fanzine en la convocatoria que nos había
reunido en torno a él. Fue una fiesta mágica, diferente, en la que recitamos
poemas y cantamos canciones. Al mismo tiempo, se adornó todo con
videoproyecciones marca de la casa, a las que se sumaron dos videopoemas de
Dionisio Cañas.
Aquella
fiesta dio lugar a un momento único, el cruce entre la glosa y la regueifa (eso
es fusión y lo demás son tonterías) que hicimos Mateu, Maribel y yo. Creo que
de tomárselo en serio me machacarían.
Con
el cierre del Cabaret conocimos la noche mallorquina, algo vacía de gente, pero
siempre a nuestra disposición. Allí empezaba la parte gamberra del festival, la
que en realidad daba por hecha. Había que madrugar, sí, pero no siempre se
puede domar a los poetas.
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