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miércoles, 13 de mayo de 2015

MÁS EXISTENCIALISMO, POR SUPUESTO

Uno, con el tiempo, va viendo pasar las cosas con perspectiva de narrador, esto es: imaginando cómo las contaría una vez me ponga delante del ordenador. Así, cada persona tiene su breve texto descriptivo, cada situación busca un estilo que encaje con ella. Es lo que en cualquier oficio se llama deformación profesional. Esto te hace ir por la vida con cara de ser escritor, lo que no significa exactamente escribir, sino mantener esa actitud de persona que lo cuenta todo. Y, además, si eres ese amigo en el que todos confían (a mí me pasa), tienes que tener muy claro el filtro que impida contar las intimidades de tus amigos.
Nunca supe definir de otra forma lo que significa ser escritor que como una actitud. La palabra vocación, en este neoliberalismo que te obliga al contínuo reciclaje, está muy denostada. Es, quizás, una suerte de rebeldía calmada que te obliga a sentarte y pensar en el mundo de la información compulsiva. Con muy poquitas cosas puedes construír el relato. Creo que ahora somos un poco como el robot de Cortocircuito ("¡Datos, datos, quiero más datos!"), por lo que la calma para escribir no nos llega, hay que buscarla.
Todo esto viene a tenor de mi anterior entrada, en la que reflexiono acerca de ser un escritor desconocido. En esto de la Internet te das cuenta de la diferencia: un escritor desconocido es como aquel que, en vez de follar, se masturba, vertiendo contenidos para nadie. Pero, llegados a este párrafo, voy a intentar establecer un poco de coherencia en este batiburrillo que he escrito hasta ahora:
Escribir es, parafraseando a Bukowsky, pelear a la contra. Y ahí hay que ignorar el sacrosanto mercado, no hay que ponerse de morros porque no se vive de ello o porque los lectores son escasos. Uno escribe porque quiere, como diría Monterroso, así que hay que estar dispuesto a vivir la narrativa de las cosas sin esperar recompensa. Poner un sustantivo, un adjetivo, una subordinada... y así trabajar sin descanso hasta motarse su propio universo. Y este universo es la única recompensa verdadera que otorga la dedicación a las palabras. Luego, si te haces famoso, rico, y sales en las páginas de crítica literaria de los periódicos pues mejor que mejor, porque por fin sientes que te tienen en cuenta. Decía Álex de La Iglesia que uno hace películas para que lo quieran más, y yo siento la escritura como si estuviese pidiendo mimos, abrazos de los lectores, será que estoy cariñoso. Es algo que sale de dentro, como los gases, que crece hasta anegarte el alma y desbordar en forma de tinta.

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