Lo dijo un día Gil de
Biedma:
media España ocupaba
otra mitad,
y pasó el tiempo
sin que algunos
llegasen a ver
el fruto de la lucha.
Las cosas, sin
embargo,
llegaron a ser
distintas
y los malditos de la
espada,
en palabras de
Alberti,
no duermen porque
están muertos.
Parecía el fin de los
que venía,
en palabras de
Neruda,
con sacerdotes
bendiciendo.
Pero ahora vienen
estos
a segar la calle,
a sancionar los
gritos
de los que se
indignan
ante tanta afrenta.
Más que venir
parece que vuelven,
que simplemente
se han quitado la máscara.
Pero sería distinto
si en su lugar
se alzasen de nuevo
las voces de aquellos
elegidos.
Si en vez de los que
lo rompieron todo
regresasen los
poetas.
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