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jueves, 30 de enero de 2014

A MÍ LO QUE ME GUSTA ES CONTAR HISTORIAS

     El día que presenté mi novela conté una anécdota: se había ido la luz en A Lama, hecho con el que estamos familiarizados los que nos criamos en el rural gallego durante los años ochenta, y, a la luz de las velas, mi hermano mayor ultimaba un trabajo para clase. Se trataba de un trabajo acerca de Camilo José Cela, recientemente galardonado con el premio Nobel de literatura. En algún momento le dije a mi familia: "yo voy a quitarle el Nobel a Cela", ese fue el día en el que, oficialmente, decidí ser escritor. Ahora, aparte de escribir, ya he leído bastantes libros de Cela, pero eso es otra historia.
     Muchas veces la gente me presenta a otra gente como poeta, y yo en ocasiones me apresuro a afirmar que no lo soy, que lo que me gusta es contar historias, y esa es la base de todo. De niño solía jugar "a las películas", haciendo, como niño de pueblo que tenía una finca para jugar y pasaba mucho tiempo solo, todos los papeles. Creaba historias con principio, desarrollo y final. Supongo que escribir era un paso lógico en cuanto supe juntar una letra con otra (cuando sucedió la anécdota tenía nueve años). Siempre quise escribir novelas, que era lo que desde pequeño consideraba la base de la literatura. En el camino escribí un buen número de relatos cortos y muchos poemas, pero sin dejar de sentirme un poco intruso en el mundo de la métrica. Es decir, soy una especie de poeta a contrapelo, que aprendió con los cantautores porque apenas leía poesía.
     A mí lo que me gusta de verdad es inventar mundos, personajes y situaciones; y dejar que se desarrollen de la forma más natural posible. No siempre estoy pletórico de ideas, pero esta forma de pensar me ha condicionado hasta el punto de que vivo las cosas imaginando cómo las contaría. La literatura cuenta la vida, las emociones y demás, y aunque escriba más poemas que otra cosa, mi intención siempre está en encontrar un buen párrafo con el que explicar, o exponer, lo que nos acontece.
      Leyendo a gente como Georges Perec he tenido una especie de rebelación sobre lo que es la novela: vida hecha palabras, en la que puede haber o no anécdota. Mis amigos me decían, con razón, que en mi novela pasan muy pocas cosas, y yo a veces les respondo que me hubiese gustado que pasasen menos. Realmente sólo quería contar cómo los acontecimientos nos suceden envueltos en la nada, en una sucesión de momentos intrascendentes. 
     En fin, que me dejo llevar por la digresión, los poemas han ido cayéndoseme de los bolsillos, como algo que está en mí quiera o no quiera, hasta escribir tres libros. Sin embargo yo siempre me he visto a mí mismo como un narrador, un contador de historias en las que la gente pueda verse reflejada. De ahí, quizás, el hecho de evitar en la medida de lo que puedo la poesía críptica. Para mí, todo lo que escribo ha de contar algo de forma accesible Puede que sea a veces exigente en las referencias culturales, pero al lector también hay que darle trabajo, no todo va a ser fácil.
     El caso es que, de tanto camino andado, nunca supe si era un narrador que escribe poemas o un poeta que escribe prosa. En el fondo creo en el escritor todal, en que el practicar varios géneros mejorará el resultado de aquel en el que te sientas más cómodo. Tal vez porque una vez leí que la especialización es cosa de insectos. La literatura es un todo que se traduce en formas diversas. Sin embargo, cuando me pregunto a mí mismo qué soy, si me siento realmente escritor y demás dudas habituales, procuro recordar a aquel niño que jugaba a las películas en una finca y tengo la certeza de que la vida está para ser contada, además de para ser vivida.
    

1 comentario:

  1. Es la discusión de siempre, en mi opinión lo importante es cómo se cuenta no qué se cuenta.

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