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viernes, 1 de noviembre de 2013

LA COMPETENCIA NO EXISTE

y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos,
sólo toma más cerveza, más y más cerveza
CHARLES BUKOWSKY

LA COMPETENCIA NO EXISTE

     Uno ha estado en muchos talleres de escritura, y por oficio y pasión, en contacto con muchos escritores. Como en cualquier actividad artística, el ego es una parte fundamental. En la permanente lucha contra el desequilibrio que supone la creación literaria, el hecho de ser bueno, o el mejor, es una constante. Partes de unos presupuestos literarios de los que consideras que son los más prácticos, los más sublimes... y todo lo demás es mierda, o no, pero no es tan bueno como lo que consideras que se debe hacer. Esto, en parte comprensible, es una solemne tontería. Está claro que el avance de milenios de literatura ha creado un canon que establece, relativamente, lo que es bueno y lo que no; sin embargo toda tendencia, forma de hacer y demás es buena cuando está bien ejecutada (e incluso en eso hay divergencias). Bueno, podría teorizar más sobre esto, pero no es mi intención.
     De lo que quiero hablar es de la "competencia", de la forma en la que los escritores miran de reojo a los compañeros de oficio, como la víctima de infidelidad a la posible amante, con cara de "qué tendrá este que no tenga yo". Leen sus textos de forma adusta, con actitud de perdonavidas, para dar alguna opinión "seria", como "tendrías que mejorar la puntuación" o "hay algo en el tono que no me gusta". Después, esperan que las opiniones sobre lo que ellos han escrito sean francamente laudatorias, para poner esa cara de timidez ante el halago que les hace parecer humildes.
    Sé que es posible ser humilde en la escritura, yo conozco algún ejemplo, pero supongo que el necesario reconocimiento que forma parte del esquema de la comunicación literaria lo hace difícil:

EMISOR/ESCRITOR------------------------------------RECEPTOR/LECTOR
HALAGOS vs CRÍTICAS

     Si has estado desde pequeño peleándote con las palabras esperas un resultado, eso es lógigo. El problema surge cuando uno pretende ser mejor que alguien. Esto no es un deporte, ni un concurso, es una lucha con el lenguaje apoyada por un corpus de milenios. Se trata de encontrar la propia voz, no de gritar más que nadie. Entiendo que cuando uno, como es mi caso, se presenta a concursos a ver si araña unos pocos euros del mecenazgo cultural, la competencia es un problema. Yo ya aprendí que siempre habrá quien te supere, quizás porque nunca he sido muy bueno jugando al fútbol y siempre me enfrento a gente más rápida y más técnica, intentando superarlos mediante la optimización de mis escasos recursos. Sin embargo, a pesar de mi afán competitivo en todo acto lúdico, en la literatura es distinto. Escribir es una forma de desarrollarse vitalmente, si se convierte en una competición solamente puede ser perjudicial, el hecho competitivo perturba el normal desarrollo artístico, condicionándolo en contra de la libertad que requiere. Se trata de ser uno mismo, no de ser mejor que nadie.

     Por supuesto, uno quiere ser bueno, infinitamente bueno, pero de una calidad basada en lo que el canon y mi propia condición de filólogo requiere. Yo también fui así en talleres de escritura, pero el final de la adolescencia fue cambiando mi percepción de la literatura como algo que me completa, que me da una razón de ser, y eso nunca puede ser calificado mediante un marcador deportivo. Siempre habrá escritores mejores que yo. Siempre habrá talentos enormes contra los que no puedo ni quiero competir. Simplemente me beberé otra cerveza, abriré una cerveza y comenzaré un nuevo relato, otro poema. Seguiré peleando, pero no contra nadie, sino con el lenguaje, por mí mismo.

3 comentarios:

  1. Muy interesante.... ¡¡conformista!! xD
    No, ahora en serio, estoy de acuerdo en que si hay que competir con alguien que sea con uno mismo. Ahí sí. :)

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  2. Respuestas
    1. Gracias por el cumplido. Me alegra que os animéis a comentar.

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