Me ocurre una cosa, como escritor
disperso que soy: cuando me paso un tiempo escribiendo en prosa soy incapaz de
escribir un solo verso y viceversa. Torrente Ballester decía que no se puede
ser un buen poeta, que o se es un gran poeta o no se es nada; es lo que llamaba
excelencia lírica. Yo siempre me consideré un prosista que escribía versos,
hasta que completé dos poemarios… y después tres, con el de desnudos. Este
último es aparte, porque es el único libro de verdad, el primero con una
intencionalidad a lo largo de todos los poemas; pero dejemos de hablar de mí,
aunque me encante.
El
verso es concreción, ensoñación, grandeza verbal y muchas cosas más. La poesía
alberga la esencia de las cosas, desde los sentimientos a las cosas cotidianas,
pero con una síntesis distinta de lenguaje y contenido. Ya he dicho más de una
vez por aquí que soy un mal lector de poesía, que casi todo lo que aprendí de
versos fue con los cantautores, pero como estudié Filología tuve la oportunidad
de conocer lo extenso del universo poético en nuestro idioma. Así que si algún
día soy poeta de verdad seré Ángel González, que parece que escribe fácil pero
es mentira.
Continuamos:
conozco a pocos autores que hayan sido capaz de mantener el mismo nivel en
verso y en prosa (que no los conozca yo no quiere decir que no los haya), y
entre todos el más insigne es Quevedo, que le daba a todo y con un talento
desbordante. Podríamos decir que el verso es intensivo y la prosa extensiva,
pero cualquier teoría globalizadora es necesariamente mentira, porque nos
encontramos con escritores como Juan Rulfo o Álvaro Cunqueiro en sus retratos
de personajes, que con una o dos frases son capaces de contener el mundo;
también tenemos libros como Poeta en
Nueva York, en el que el verso se extiende como un río, con sus meandros,
rápidos y remansos de palabras. Admiro sinceramente a los poetas de verdad, que
son capaces de definir el mundo en ocho sílabas, de moldear el idioma en un
ritmo matemático y transformarlo en una música de palabras. La poesía es, junto
con la novela, la quinta esencia de la literatura, y con esto no quiero restar
un ápice de mérito a ningún género literario, pues he intentado practicarlos
todos. Cuando me preguntan ¿Eres poeta?, yo respondo que soy escritor, y sueño
con ese escritor total que pueda saltar los géneros para completar una obra. Al
final, de lo que se trata es de crear un universo de palabras, del que los
géneros son un mero instrumento. Ya lo decía el mentado Ángel Gonzálea: poesía
es lo que diga la Academia de la Lengua.
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