Os tengo abandonados, así que para que no me olvidéis dejo por aquí este microrrelato que ya tiene un tiempillo.
LA
REBELIÓN DEL DICCIONARIO
Empezó
con la palabra zutano, cansada de ser la última y no ser nadie. Tras años de
rencor estalló el conflicto. Con la ayuda del vocablo “teórico” establecieron
que el orden alfabético era una manifestación de la opresión fruto de los
poderes fácticos, una suerte de opio del vocabulario. Buscaron aliados, y al
poco se les unieron las palabras “tumulto”, “protesta” y, al fin, “revolución”.
Establecieron un directorio revolucionario para canalizar el descontento de las
palabras oprimidas. El principal blanco de sus críticas eran las palabras con
la letra A, tan ufanas en las primeras páginas. La editorial contrató los
términos “represión” y “contrarrevolucionario”. La palabra “violencia” se movía
entre los dos bandos. Fue un conflicto sangriento, que provocó la muerte de
muchos términos. Entradas como “asesinato”, “traición” y “guerra” estaban a la
orden del día; también “tristeza” y “decepción”. En la última de sus reuniones
clandestinas decidieron la expulsión de “desesperación” y “rendición”, mientras
que la editorial fusiló sumariamente a “derechos” y “libertad”. Tras años de
enfrentamientos echaron abajo el orden establecido.
-Oye – dijo un
catedrático – los del María Moliner se han vuelto locos, el último diccionario
dispone las palabras sin ningún tipo de orden.
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