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lunes, 20 de febrero de 2017

EL DUELO DE LA CREACIÓN

     Hace tiempo que solamente publico poemas en este blog, y no era esta la intención única del mismo. Al menos cada cierto tiempo, intento hablar de la parte que más me inquieta: la creación misma, el arte de unir palabras hasta desarrollar un poema, un relato o una novela - yo, que siempre, toda la vida, quise escribir novelas -. Por estos días estoy participando en el montaje de una murga de carnaval en Pontevedra, lo cual es un magnífico ejemplo de creación colectiva, en la que el proceso es mucho más importante y divertido que la actuación misma, que se reduce a media hora de nuestras vidas. Adaptar canciones, escribir letras, construir escenario, aprender - en mi caso - a cantar... todo esto es más divertido que después subirse al escenario, donde la tensión y la euforia a veces no te deja disfrutar lo suficiente.
    ¿A dónde quiero llegar?. Pues a los procesos creativos, a ese momento, también en el ámbito individual, en el que se está solo contra la materia, intentando ordenar el universo para convertirlo en material aprehensible por el lector. Uno tiene entre las manos una vaga idea de a dónde quiere llegar, unas cuantas frases, o palabras, o imágenes que flotan en la mente; y todo eso hay que convertirlo en texto coherente, y además dotarlo de belleza. No quiero aquí presumir de la dureza de la escritura, algo que se hace por vicio y que, en nuestra forma de sentirnos importantes, llamamos vocación. Sin embargo hay algo de combate, de lucha contra la torpeza, el exceso y muchos otros defectos que, sabemos, caracterizan a los escritores malos. Y como queremos ser buenos, acabamos dudando de todo una y otra vez hasta llegar a algún texto que consideramos definitivo, a veces más por cansancio que por convicción.
     Esa pulsión existe y nos hace intentarlo una y otra vez. Tanto colectiva como individualmente. Hay que hacer alto, hay que construir los sueños con el material que tengamos entre manos. Y va a ser duro, y saldremos de cada enfrentamiento un poco más viejos y más sabios, como cuando terminamos de leer un libro endiabladamente bueno, de esos que nos arañan el alma. Y sí, más duro es picar piedra, pero hay que estar dispuesto al combate, y sobre todo a la posibilidad del fracaso, que siempre asoma en el dorso de la página. Yo cada día recojo el guante de este duelo con las palabras, y lo enfrento con la mayor dignidad posible, y con la esperanza de nutrirme de pequeñas victorias; porque lo he elegido, pero también porque no sé vivir de otra forma.

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