Como ando
apretado de tiempo, últimamente tengo el blog un poco abandonado y no puedo
escribir largas y profundas reflexiones, así que he elaborado un decálogo del
poeta maldito. Una guía para todos esos escritores que sueñas con ser Rimbaud,
Leopoldo María Panero o Bukowski, entrando en esa laboriosa identidad de poeta
que triunfa tarde mal y arrastro. De todos modos, ninguno de estos tres triunfó
demasiado tarde… Ahí va:
1.- Soy poeta: cuando te pregunten a que te
dedicas dilo y después, con gesto grave, explica que en realidad eres poeta,
pero que no vives de ello.
2.- La poesía no vende: esa es una forma,
bastante certera, por cierto, de explicar por qué uno trabaja en el Burger King
mientras escribe versos ultraístas. La poesía no es un género comercial, pero
es que en realidad no tiene por qué serlo. Ha sido minoritaria siempre. Si
quieres comer de ello escribe Best-sellers.
También está la opción, mucho más estética, de no trabajar y ser pobre, dónde
va a parar. Así, eres un poeta puro, que no te vendes a esta sociedad
capitalista de mierda.
3.- No me comprenden: aquí hay un elenco de
excusas magníficas, como que eres un adelantado a tu tiempo, o que deberías
haber nacido en el siglo XIX, cuando sí se apreciaba a los poetas. Supongo que
el menor porcentaje de población alfabetizada es un indicativo de ello. También
puedes argumentar que eres demasiado exigente con el lector.
4.- Las drogas: las drogas están en el
atrezo de todo malditismo que se precie. El alcohol sobre todo, ya que el opio
está más desprestigiado. Queda muy vistoso esto de que te encuentren con un
coma etílico y unos cuantos versos incomprensibles escritos en servilletas de
bares. Además, un poeta siempre otorga a un bar un cierto prestigio de antro de
bohemios.
5.-La envidia: esto es básico, muy muy
básico. Uno no triunfa por las envidias ajenas, no se habla de nuestros versos
porque los otros poetas nos tienen ojeriza, los críticos nos tratan mal a
sabiendas y los editores son cortos de miras. Nunca es porque no se tiene tirón
o porque no se es bueno, dónde va a parar. El premio de poesía al que te
presentaste y no te otorgaron “estaba dado”, porque estos premios son para
dárselo al coleguilla de turno.
6.- El sexo opuesto (o el propio): iba a
escribir “las mujeres”, pero bueno, también está gente como Gil de Biedma o
Alfonsina Estorni. El desamor perpetuo, ese que te jode la vida, que enturbia
tu mirada en cuanto lo recuerdas como si tu interior fuese una inmunda marisma
de Nueva Orleans. Seducir a muchas personas pero acabar llorando ante el amor
perdido, o no seducir a nadie y quejarte de que estás salidísimo y de que tu
destino es acabar solo en una casa con muchos gatos, si es que vives lo
suficiente.
7.- El dolor: vamos, que hay que estar
triste casi siempre. Sé que esto entronca con el punto anterior, pero se trata
de una tristeza mas generalizada. Un deje de gravedad sin el cual ni eres un
maldito ni eres nada. Se supone que la creación artística sirve para canalizar
ideas y sentimientos, pero si eres un maldito sólo debe servirte para sufrir.
Sufres porque te duele la vida, porque tu poesía no llega a quien tiene que
llegar (todo el mundo), porque vivimos en un mundo injusto o porque sí, qué
coño, que para algo eres un maldito. ¿Dónde se ha visto un poeta feliz?
8.- Podría publicar, pero yo no me vendo:
evidentemente, siempre tendrás esa editorial que un día te ofreció publicar,
pero tenías que cambiar dos comas y eso es intolerable. Además, publicar
estando todavía vivo es de muy mal gusto para un maldito. Si acaso, un solo
libro que apenas leyeron unos cuantos privilegiados.
9.- Una vida corta: yo esto no se lo
recomiendo a nadie, pero es que si quieres ser un maldito de verdad no puedes
llegar a viejo. Está bien morir de alguna enfermedad exótica cuando se hace
contrabando de armas en África. Evidentemente una vez te mueras tu poesía será
de verdad apreciada y todo el mundo se preguntará por qué no lo han visto
antes.
10.- La falsa humildad: a la hora de hablar
de uno, debes dejar ver una humildad impostada. Escribir, como todas las artes,
conlleva un alto grado de egocentrismo, pero como verdadero maldito debes hacer
ver que no, que a pesar de hablar mucho de ti, de “tu obra”, es porque te
importa y no porque te consideres enorme y un precursor de la nueva poesía universal.
Esto no concuerda mucho con el punto cinco, pero nadie dijo que vaya a ser
fácil.
Con estas
sencillas pautas ya puedes ser un genuino poeta maldito. No deberías, además,
olvidarte de escribir, pero eso ya no es tan importante.
Dedicado a todos los poetas malditos
que conozco, y a Adrián, “H”, que aunque no es poeta comprende la importancia
del malditismo como Dios manda.
Muchas gracias por tu comentario, Ángela, me encanta que os animéis.
ResponderEliminarMuy interesada en el tema de los famosos decálogos, me encontré en el blog de un escritor colombiano, una recopilación crítica de ellos:
ResponderEliminarhttp://www.emiliorestrepo.blogspot.com/p/decalogos-ajenos.html
Vale la pena echarles un vistazo