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viernes, 25 de noviembre de 2016

OTRO TÍPICO POEMA PARA EL VEINTICINCO DE NOVIEMBRE

En cada familia
hay una abuela diciéndote:
“deja que lo haga tu hermana,
que es una mujer”,
un padre que te pide
que cuides de ella
y que no vaya sola.
En cada hoga
hay un
“tú así no sales de casa”;
siempre, siempre un
“qué pensarán”
que hará que de una forma u otra
parezca una puta.
Hay también una madre que expone
que eso, aquello o lo otro
queda feo en una mujer
o que se levanta de la mesa
cuando su marido pide un segundo plato.
Sé que todo esto son lugares comunes,
que todos los años,
en veinticinco de noviembre,
alguien escribe cosas parecidas en su muro de facebook
y los adolescentes las leen,
y comparten memes en los que se dice
que si pegas a una mujer no eres hombre,
para después, el sábado,
controlar los whatsapps de su novia,
mear en sus piernas para marcar territorio
y no te acerques a ella que es mía.
Pero es que la realidad se construye
con esos lugares comunes
que hacen que casi pueda tocar la cuerda
que va desde tu abuela a la bofetada,
a la humillación,
a la muerte engalanada de pancartas
y minutos de silencio,
de gestos solidarios,
de veinticincos de noviembre.
Así que sí,
yo,
hombre en la medida de lo que este mundo
te deja ser hombre,
a veces libre por pequeños momentos
puede que cuando el mundo no mira,
voy a escribir el típico poema de estas fechas,
como quien canta un villancico en Nochebuena
o decide escribir algo en gallego el diecisiete de mayo.
Dirán que es coyuntural,
pero,
ya que no puedo cortar la cuerda,
igual, por un segundo,
puedo hacerla vibrar
y volverla visible.

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