No soy muy aficionado a escribir obituarios en esta página, pero el hecho de que la primera noticia que leí hoy al entrar en las páginas de prensa fuese la muerte de Roth me ha estremecido los huesos literarios. Ya se había marchado literariamente hace unos años, cuando decidió que ya había "hecho lo que podía con lo que tenía" en cuanto a la escritura. Llevaba años dedicándose a la lectura y a cuidar su jardín, que de por sí no es mala vida si tienes ochenta y cinco años como él tenía. Un ejemplo de honestidad literaria, así lo interpreté y lo dejé escrito en este blog, creo, en su momento. Sin embargo, ahora se ha muerto. Su corazón decidió no latir más esta madrugada. Con su edad se puede ser joven o viejo, según nos trate la vida. Ya era viejo en sus entrevistas de hace años, pero quiero pensar que era realmente un niño inventando cosas, como creo que son la mayoría de los escritores.
El caso es que se ha muerto y el mundo ha perdido una mente lúcida, creativa aunque se hubiese jubilado, humana a la par que algo gruñona. Los diccionarios de inglés están de luto; la gran novela norteamericana, género del que él fue el máximo exponente en el último siglo, también. Sé que me queda mucho por leer de Philip Roth, que tardaré años en abarcar su extensísima obra, pero eso no me exime de una pena literaria, como eterno aspirante a novelista que soy. Ha dejado obras inmensas como Pastoral americana, La mancha humana, o La conjura contra América. Ha sabido diseccionar - esto lo dicen todos los artículos que sobre él se publican hoy - la sociedad americana de su tiempo a la perfección. Es algo importante, porque no hay sociedad que más nos influya en nuestro devenir que la americana; es lo que tiene vivir a la sombra del imperio.
Me encontré con él, literariamente hablando, en una entrevista en prensa. Me gustó lo que respondía y cómo lo hacía, así que decidí atacar su obra a lo grande, con la mencionada Pastoral americana, novela extensa e intensa sobre la culpa. Un libro, al fin y al cabo, que fue capaz de dejarme sin respiración; un verdadero puñetazo en la mandíbula. Ahí empezó el enamoramiento, porque uno se enamora de escritores, es cierto, y se pone a leer todo lo que cae en sus manos hasta que se cruza un amor diferente; también me pasó con Paul Auster, lo confieso. Reconozco que ahora lo tenía un tanto abandonado, centrado como estoy en otras regiones literarias, pero nunca dejó de estar ahí, como una presencia imprescindible, como esos grandes amores de la adolescencia. Tras la Pastoral llegaron Me casé con un comunista y las obras anteriormente mencionadas, y con cada una viví una experiencia irrepetible. Roth tenía algo que sólo poseen los grandes de verdad: la capacidad de mostrarte el alma humana en su profundidad hasta en las historias más sencillas.
El mejor luto en cuanto a la muerte de un escritor es, en resumen, leerlo, así que yo recomendaría empezar por lo más sencillo, al menos de lo que he leído: La mancha humana, y a partir de ahí volcarse a lo loco en cualquiera de sus inmensas novelas. Roth descansa al fin, pero los que amamos de verdad leer nunca nos cansaremos de él, porque fue un gran combatiente de la palabra, alguien que luchó y ganó muchas batallas con la narración y su género más representativo: la novela. Representa, a mi juicio, una manera de hacer las cosas, y como tal lo respeto y lo admiro.
Yo también escribí el mejor adiós que pude con lo que tengo, Philip.