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viernes, 19 de febrero de 2016

EL DERECHO A MOLESTAR, O CÓMO NO DENUNCIAR A DOLORS MIQUEL

     Hay que molestar a todo y a todos, en caso contrario no seríamos poetas, no cumpliríamos nuestra misión de agitar conciencias, de romper lo que parece sólido y de poner las cosas del revés aunque sea un poquito. Sí, es necesario que el arte pruebe a cruzar la línea y ver qué pasa, aunque después surjan protestas y nos metamos en problemas. Por eso tengo que decir que me solidarizo con Dolors Miquel ante la polémica creada en torno a su poema Mare nostra. Creo que una denuncia por "ofensa a los sentimientos religiosos" me parece una barbaridad.

     Llegado este punto quiero aclarar que soy católico, muy creyente y consecuente con mis creencias hasta donde soy capaz, y que puede gustarme más o menos ese poema - más bien me parece normalillo, aunque esté bien recitado - y que puedo sentirme más o menos cómodo con el contenido. De todos modos, yo no lo veo un ataque a los valores cristianos, sino al patriarcado. El uso del Padrenuestro como referente es tomar un poema que todos, o casi, nos sabemos de memoria y que, además supone el texto principal del sistema de creencias que rige nuestra sociedad occidental. Aunque fuese, como promulga la Asociación de Abogados Cristianos, un intento de ofender los sentimientos o valores religiosos, no creo que esto se tenga que resolver con una denuncia. Pero como no soy abogado ni tengo más idea del derecho que la elemental para no meterme en problemas, no voy a ahondar mucho en este punto.

     Cuando Salman Rusdhie publicó Los versos satánicos y fue emitida la fatwa que daba una recompensa por su cabeza, todo el mundo "civilizado" se echó las manos a la cabeza porque aquellos islamistas fanáticos estaban atentando contra la libertad de expresión en nombre de su religión. Claro, aquellos eran moros y no cristianos decentes. De ahí otro argumento que me encanta, sobre todo después de Charlie Hebdó, que es el de que "con Mahoma no se meten, a que no"; supongo que será porque nadie quiere que le entren en el salón de casa con un kalashnikov y dos kilos de sentex. Pero no es lo mismo el miedo que el respeto, que conste.

     En conclusión: puedo entender que alguien se sienta ofendido en sus creencias, pero opino que eso se resuelve con un comunicado, o con un poema de respuesta (y lo bien que hubiesen quedado, lo elegantes). Creo que una institución, como tal, no se puede permitir ofender valores religiosos de la sociedad en la ue está establecida, pero no ha sido el caso, no confundamos, por favor. Una escritora, individualmente, ha leído un poema suyo en un acto público, y no es deber de la institución que la contrató establecer una censura previa - figura que ya no existe -. Si alguien se pica, se piden disculpas, si así se considera, y a otra cosa, no se va a juicio. Si es que somos unos exagerados, que además pensamos que un espectáculo de títeres es propaganda terrorista.

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