Todas as cartas de amor
sâo
ridículas.
Nâo serian cartas de
amor se nâo fossem
ridículas
Álvaro de Campos
YO NO ESPERABA NADA
Yo no esperaba nada,
o sí:
un poco de calor para
pasar la noche,
un atenuante a las
condenas del invierno,
y seguí afirmando que
necesitaba
una quemadura en la retina
para apresarme
en el calor de unos brazos
y una vida compartida.
Pero ha ido pasando el
tiempo
y ahora,
que he aprendido el idioma
de tu cuerpo,
convirtiéndome en
intérprete de cada gesto,
de cada estremecimento
furtivo,
son las cosas otra cosa
y busco palabras en los
rincones
con las que adornar esta
nuestra nueva existencia.
Porque un poema de amor es
algo serio,
es un desnudo integral,
tembloroso,
en el que uno intenta
limar lo exaltado,
podar esos brotes
empalagosos
de relajada cursilería,
y anunque Álvaro de
Campos dijese
que sólo las criaturas
ridículas
dejaron de escribir cartas
de amor ridículas,
sé que te mereces la
precisión
de un chip de silicio
en cada sílaba.
Y es cierto que se trata
de un sentimiento que de
por sí
es excesivo,
con tendencia a inundar
las estrofas
de metáforas,
pero a mí me gusta más
esa cosmogonía de
pequeñas cosas
con la que se construyen
las sonrisas,
este rozar delicadamente
la vida
con las yemas de los
dedos,
como si tuviese miedo de
romperla.
Por lo tanto
Puedo decir que
últimamente
soy menos sensible a las
canciones tristes
y no siento tanto miedo
ante el avance del
calendario,
que soy un poco como el
zorro
de El Principito,
contando las horas como
esperas,
y que ya no asocio la
libido
a la angustia;
puedo afirmar que crezco
al ritmo que crecemos,
sin embargo
nada de esto es del todo
exacto,
porque hay realidades
que no son descriptibles
o cuantificables,
que superan lo infinito
del lenguaje.
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