Ese privilegio de tener tu cuerpo
debajo,
o encima,
o al lado,
pero pegado al mío;
de profesar la fe de nuestras pieles,
que es inquebrantable,
casi fanática.
Este acariciarte el alma a lengüetazos
y sentirla licuarse en mi boca
(a esto me sabe tu nombre)
y ser capaces de tensar el universo
con las yemas de los dedos.
Todo esto
es el cofre del tesoro,
,la riqueza a la que siempre
ha aspirado el hombre.
Precioso. No hace falta decir más.
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